Resumen: le tenemos miedo a la tristeza. El conflicto interfiere directamente con la «buena marcha» del aula. Los profesores no ven de un modo tan evidente que tengan que gestionar la tristeza Reconstruir el mundo de nuestros vínculos es una tarea que precisa un montón de energía y recursos. Parece que nosotros mismos nos encontramos bloqueados ante la tristeza ajena. La situación energéticamente baja (tristeza) nos da más miedo que la energéticamente elevada (enfado).

He estado viendo una película que hablaba de la dificultad personal de afrontar la tristeza, tristeza1de conseguir decir adiós a una pérdida personal importante y me ha recordado la constatación que he realizado múltiples veces de que le tenemos miedo a la tristeza.

Quizá ese sea el motivo por el que los profesores no terminan de meterse de cabeza en la educación emocional y en la gestión de las emociones en su aula. Se podría pensar que el obstáculo principal es el enfado y los conflictos que origina. Sin embargo esta es más bien una demanda: los profesores piden modos de gestionar los conflictos, no tienen armas para ello y se dan cuenta de su necesidad en el aula. El conflicto interfiere directamente con la «buena marcha» del aula. He puesto entre comillas «buena marcha» porque en realidad interfiere con la idea generalizada de lo que se piensa que es que una clase funcione bien. (Sobre el tema del enfado volveré en otra entrada).

Sin embargo lo que no ven de un modo tan evidente que tengan que gestionar es la tristeza. La tristeza no parece interferir con la marcha del aula. Interfiere normalmente con la marcha de las personas singulares, rara vez, aunque también sucede, con la marcha de toda un aula, por ejemplo cuando la pérdida es precisamente un alumno de ese aula, algo que me tocado una vez. La muerte en un accidente de moto de un alumno de bachillerato.

La tristeza es una emoción que quita energía a la acción, al movimiento, a la conducta, porque el sistema emocional necesita toda la energía disponible para la relaboración interna de la situación afectiva. Reconstruir el mundo de nuestros vínculos es una tarea que precisa un montón de energía y recursos. Y nuestro sistema emocional cierra el mundo para que podamos dedicarnos a esa reconstrucción. Es una clave de nuestra supervivencia.

Cuando sufrimos una pérdida importante, una persona querida, nuestro mundo emocional se descoloca. Vivimos en primer lugar en un mundo de vínculos. Las emociones nos envuelven, son el «a priori de todo conocimiento» (Levinas), están antes del conocer, igual que la atmósfera que respiramos nos envuelve en este planeta tierra en que vivimos. Nos llegamos a olvidar de que está. Las emociones están tan presentes, nos envuelven de tal modo que a veces nos olvidamos de que están.

La tristeza, que es la emoción que se encarga de reconstruir el mundo emocional sin ese vínculo que hemos perdido, se desarrolla en fases, hay varias descripciones y voy a utilizar una:

  1. Fase de negación
  2. Fase de enfado
  3. Fase de tristeza (fase principal del duelo)
  4. Fase de aceptación y despedida

 

No voy a describir cada fase, no es la intención ahora, sino solo decir que la tristeza lleva un tiempo, necesita paciencia y tiempo. Mi constatación es que parece que nosotros mismos nos encontramos bloqueados ante la tristeza ajena, se nos quita también la energía y ya no sabemos que hacer, salvo dejar que pase el tiempo.

El problema es que da mucho miedo. La situación energéticamente baja (tristeza) nos da más miedo que la energéticamente elevada (enfado). Relacionamos tristeza y depresión y preferimos pasar a los profesionales la tarea de afrontar una tristeza que a nuestro entender se prolonga. Lo más que se hace es esperar con paciencia, pero no se gestiona.

Reconozco que no estoy dando soluciones, solo quería hacer la constatación de una situación. Evidentemente sería necesario para poder encontrar una solución, adquirir herramientas para la gestión de la tristeza. Pero no bastaría habría que trabajar con un miedo, el miedo a la tristeza, y eso pone al profesor en primera línea.

La educación emocional nos pone en primera línea, no podemos trabajar nada relacionada con las emociones si no comenzamos a trabajarnos primero a nosotros. Gestionar ese miedo a la tristeza, porque esa emoción es nuestra.