Una clase normal de matemáticas de 2º de ESO en el momento de entrar a clase. Llegan los alumnos en tropel, hablando demasiado alto y tropezándose con todo, moviendo pupitres y arrastrando mochilas. El profesor observa la entrada y va saludando a unos y otros.

Un alumno, nervioso y con algunas dificultades de relación social da un golpe en el hombro de una chica. Quiere ser un saludo, pero por su propia tensión interna resulta más fuerte de lo que pretende. La chica reacciona airada con un grito. Enseguida dos o tres de los chicos van a por él de forma ya furiosa. Un grupo corea, mientras algunos todavía no han percibido qué sucede.

De pronto la agresividad se ha hecho dueña del ambiente. El profesor interviene y detiene a los dos o tres agresores interponiéndose entre ellos y el alumno que dio el golpe a la chica, quien, en ese momento, viéndose agredido, pierde el control y grita con furia y sobre todo con impotencia.

El chico no considera haber agredido a la chica y se considera injustamente atacado y rechazado por el grupo. Los chicos que querían pegarle solo entienden que están defendiendo a la chica.  Uno se hace el portavoz y dice que va a parar al que considera agresor. No perciben como injusta su acción grupal. La chica se considera injustamente tratada por el profesor porque este ha defendido al chico y no a ella, que es quien ha recibido el puñetazo. Los demás dicen que no han hecho nada. Desde luego no entienden, aunque el profesor lo deja escrito en la pizarra, que el observador es también responsable.

Esta escena reúne en germen todo lo necesario para el acoso: un alumno diferente, con pocas defensas sociales, que no es capaz de relacionarse adecuadamente. Un grupo que ya está respondiendo con agresividad a sus salidas de tono. Un portavoz del grupo, que lidera al grupo. El rechazo del grupo contra uno de sus miembros. Le falta la continuidad en el tiempo, la repetición de hechos para generar un acoso escolar en toda regla.

Hechos como este son constantes y los docentes tiene pocas armas para afrontarlos. Primero, están focalizados en el orden de su clase, en poder darla en paz y con aprovechamiento para los alumnos. Esto es posible que lo que haga es desplazar el acoso hacia afuera del centro educativo. Las mismas personas, pero llevando a cabo su agresión fuera, ya que dentro del aula la presencia del profesor lo inhibe.

Segundo, no hay un seguimiento ni una formación sobre cómo gestionar estas situaciones. Tercero un programa de convivencia eficaz, que permita poner el foco en las relaciones como esenciales en el proceso educativo. Los alumnos no solo salen de sus estudios con más o menos conocimientos, sino también con una forma de relacionarse socialmente y con una forma de ser. Ambos elementos, saber convivir y saber ser, se han conformado fuertemente en los años escolares. Pero la escuela sigue básicamente centrada en el conocimiento y sin armas ni formación ni desde luego un programa que le permita entrar en esos aspectos centrales para la vida de sus alumnos.

Ponemos todos esos elementos juntos y ya tenemos clara la génesis del acoso: un alumn@ diferente, una situación de molestia social, un grupo de agresores con un líder, un profesor estrictamente preocupado de tranquilizar la situación y sin armas ni apoyo para resolverla. Una falta de seguimiento de las situaciones.

Me encantaría conocer tu opinión y si has observado cómo se conforma una situación de acoso en tu aula. Y, desde luego, qué te parece que haría falta a los alumnos, a los docentes y al centro educativo.


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