Nuestro sistema educativo está centrado en las asignaturas. Así están organizadas las leyes de educación que se dedican a organizar asignaturas y a poner condiciones para el nivel que hay que conseguir en los conocimientos de esas mismas asignaturas. O si preferís se organizan áreas de conocimiento que luego se traducen en materias en cada curso.
El sistema de competencias, que tiene un enfoque diferente no ha conseguido romper esa primacía de la asignatura, que ha conseguido convivir y pervivir, constituyendo todavía el elemento central.
Esta idea viene reforzada, especialmente en Secundaria, porque está impartida por Licenciados, Ingenieros o Arquitectos, o con el título de Grado equivalente, además de la formación didáctica de nivel de Postgrado: Título de Especialización Didáctica. Es decir, su formación central y básica es el conocimiento de la asignatura y luego se le añade un título de especialización didáctica. Tenemos ingenieros, matemáticos, biólogos, que, cuando ya lo son, hacen un máster para tener conocimientos didácticos. Por tanto, tenemos profesionales de la biología, matemáticas, etc., reciclados a docentes. La primacía de la asignatura resulta obvia desde este punto de vista.
Esta idea viene reforzada además porque cada profesor es el dueño de su asignatura, de tal modo que la organiza, evalúa, lleva al ritmo que le parece oportuno, evaluado sólo por los resultados objetivos de aprendizaje que impone la ley. Qué quiero decir con esto, que las materias son reinos de taifas, en el que el centro es el docente. ¿Cuál sería el prisma contrario?, ese que ahora no existe, muy sencillo: que el centro fuese el alumno y no la materia, la continuidad de su aprendizaje. Esto obligaría a que los profesores trabajasen en equipo y llevasen a cada alumno de un modo coherente en todo su aprendizaje. Es decir, profesores al servicio del alumno y no alumnos bajo el sistema y orden de cada profesor.
Se podría objetar que esto ocurre solo en secundaria y que en Primaria hay docentes profesionales y que al menos en el primer ciclo un docente garantiza la coherencia, pero habría que aceptar que el sistema de áreas ha colonizado y organiza plenamente la Educación Primaria. Solo la Educación infantil está integrada por docentes profesionales y carece aún de la organización en materias. Aunque la presión sobre Infantil es enorme y cada vez más se mira el avance en lectoescritura en los dos últimos cursos: los padres urgen para que sus hijos comiencen ya a aprender las materias.
Cómo se resume todo esto: que nuestra Educación está orientada al conocimiento y no al alumno, que está dirigida a enseñar y no a aprender. Debo reconocer que hay muchas corrientes pedagógicas y metodologías, profesores, centros educativos que buscan dan un giro atendiendo al alumno de modo prioritario. Su límite es que se van a medir sus progresos desde el sistema de las asignaturas y conocimientos. La innovación será buena o no dependiendo de que consiga buenos resultados en los conocimientos que es y parece que va a seguir siendo la escala universal de medida de la educación.
¿Qué se pierde si el sistema está dirigido a enseñar, orientado al conocimiento? Por decirlo de un modo sintético y claro: nos dejamos fuera 3 de los 4 pilares del aprendizaje que tan claramente proponía la Unesco para el milenio: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a convivir. La Educación lleva muchos años reducida al pilar de aprender a conocer, y ni siquiera ya que la orientación es enseñar a conocer, y lo de “aprender” ha quedado como una de las competencias que pide la ley: aprender a aprender. Aprender a hacer ha ganado algo de terreno, quizá solo como auxiliar del conocer, pero al menos tiene un hueco en el sistema educativo.
Las grandes carencias en todo caso son aprender a ser y aprender a convivir. Sobre las dificultades de esta última, aprender a convivir, pesa además el alarmismo con el que la opinión pública enfoca el acoso escolar, la violencia que se genera en esa etapa de la vida, que es un síntoma claro del fracaso de todo un pilar de la educación. Aprender a ser pasa más desapercibido, pero no es menos cierto que plantea un montón de dificultades que no se abordan, cómo es qué significa ser persona, cuya respuesta es actualmente inexistente.
El resultado es que la Educación precisa de una reforma en profundidad, un acuerdo social sobre qué queremos hacer con nuestros hijos, en que van a gastar su vida hasta los 16 años al menos. Acuerdo que debería ser global, es decir incluir a todos los actores y a la sociedad en su conjunto e instituciones.
Desde la Educación Emocional pretende prestar contenidos, herramientas, un enfoque adecuado para centrarse en el alumno, para convertirle en el protagonista de esos años, que van a ser la base sobre la que construya su vida. En realidad, proporciona algo fundamental: esa necesaria idea de persona y de la convivencia entre personas. Pilares que deberían servir para edificar nuestra Educación.
La tarea es inmensa.
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