Durante este mes de julio debido a su interés y centralidad en la Educación Emocional voy a sacar en 4 entradas blog un largo artículo publicado en la REVISTA EDU-K en mayo 2016.

El cambio actual de la educación

La relación docente-alumno parece ser la clave para conseguir el cambio actual en la función del docente. Efectivamente el docente está pasando desde transmisor del conocimiento, su función de antaño, hasta guía-coach del aprendizaje. Función que es pura necesidad en la sociedad del conocimiento, en la que toda la información posible, mucha más de la imaginable para una sola persona, está plenamente disponible para los alumnos. Y además el acceso a esa información es natural para estos que ya han nacido y crecido rodeados de TIC.

Actuar como guía-coach implica para el docente una atención a la relación. El nuevo docente está pendiente del sujeto, el alumno, y menos del conocimiento, la función tradicional.


Actuar como guía-coach implica para el docente

una atención a la relación.

El nuevo docente está centrado en el sujeto, el alumno.


Aprendizaje y relación

Pero no es solo eso, hay un hecho radical que sitúa en el centro la relación docente-alumno, y es el hecho de que el aprendizaje se produce en relación. Igual que el lenguaje se produce en relación y no existen lenguajes individuales, sino siempre para un grupo, el aprendizaje también se produce en relación.

Esto es consecuencia de la importancia de la relación en el ser humano: somos relación antes que individuo. Psicológicamente nacemos dentro de la relación con nuestra madre. Tanto es así que el bebe cuando nace no es capaz de distinguirse de su madre. La relación de confianza con su madre en la que nace el bebe es para él todo el mundo y la identifica con su propio yo. La aparición del padre, como bien indicó Freud, es el inicio de la percepción de la individualidad: la aparición de un tercero hace que distinga a la madre como no-yo. Algo que otorga una profundidad insospechada a la frase de la princesa Diana: 3 son multitud.

Esto sitúa a la relación en un lugar prioritario desde el punto de vista existencial y emocional de las personas. Desde que nacemos nuestras adquisiciones se hacen en el seno de una relación. Y luego esas relaciones pueden ser constructivas o no, pueden crear un contexto favorable o desfavorable. Esto también sucede con el aprendizaje.

Por tanto, si hay modos de relación que hacen posible el aprendizaje y otros que no, entonces establecer ese tipo de relación es una competencia clave del docente. Esa sería la clave de un buen docente, no solo por la necesidad de ser guía del aprendizaje, sino en todas las épocas, desde el momento en que la enseñanza es una relación humana.

Entonces buscamos identificar esa relación que hace que se produzca el aprendizaje en una persona. ¿Hay alguna señal que la identifique? ¿Qué características, elementos o condiciones debería tener?

Relación y emoción

La respuesta no puede ser más que emocional. Diciéndolo de un modo sencillo, según Emmanuel Levinas la emoción “es el a priori de todo conocimiento” (Luis Guillermo Jaramillo Echeverri, 2010). La emoción pone el marco a nuestro conocimiento que se produce siempre teñido de emoción, de tal modo que hay marcos emocionales en los que se aprende y marcos en los que no se aprende. Nuestro conocimiento se hace en un contexto agradable y vinculativo con la experiencia o se produce en un contexto desagradable y de rechazo de la experiencia. Y este marco emocional depende precisamente de las relaciones donde se produce ese nuevo conocimiento, ese encuentro con la novedad, donde se despierta la sorpresa que termina en apertura y no en susto.


La emoción pone el marco a nuestro conocimiento

que se produce siempre teñido de emoción.


Evidentemente un contexto de desagrado y rechazo no produce nuevo conocimiento precisamente porque cierra la persona a la nueva vivencia. La experiencia quedará además guardada en nuestra memoria de ese modo negativo, y ese mal recuerdo cierra a nuevas experiencias.

Por tanto, el tono emocional dentro del que es posible que se produzca el aprendizaje, la apertura a la novedad, es un marco emocional agradable y vinculativo. Ese “ambiente emocionalmente positivo” es lo que permite a la sorpresa abrirnos de modo positivo y generar admiración, curiosidad o interés.


Un “ambiente emocionalmente positivo” es lo que

permite a la sorpresa abrirnos de modo positivo

y generar admiración, curiosidad o interés.


En un contexto emocional negativo lo que se produce es miedo como emoción básica en alguna de sus variaciones y el resultado es que la persona se cierra, se centra en evitar el “peligro”, aquello que la incomodo o preocupa o la asusta, o sencillamente no se encuentra a gusto. En tal caso al no haber apertura, tampoco hay aprendizaje. Resumiendo: si un alumno está asustado en un ambiente hostil, no aprende, solo está pensando en cómo escapar, cómo salir de ahí. Es importante resaltar la importancia de crear un ambiente seguro, en el que el error es oportunidad para generar aprendizaje y no motivo de regañina sin más, un ambiente que aceptador de las personas con sus errores y dificultades.