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Hay un tópico que recorre la sociedad respecto a los profesores: que tienen muchas vacaciones, incluso que trabajan pocas horas semanales porque esas horas se cuentan por horas de clase a efectos de la nómina y el contrato, y esas horas en España nunca exceden de 25, y esto es para los profesores de la educación concertada, los de la educación pública aún tienen menos.

Este tópico se olvida de un hecho fundamental que todo profesor conoce y conoce bien: la energía necesaria para dar una clase, por ejemplo, con 30 alumnos de ESO en el aula. No es una hora de trabajo normal, es una hora que precisa un gran esfuerzo emocional y sobre todo mucha energía para mantener la atención de esos 30 alumnos. Por decirlo de modo gráfico es como mantener 30 conversaciones a la vez… y además explicar.

El profesor se va a pasar esa hora con cien ojos para atender a todos y ver que todos siguen la actividad común, tiene que, por decirlo así, mantener 30 relaciones interpersonales durante una hora, aparte del hilo explicativo o de la actividad que se desarrolle, el ritmo para que sea interesante para los alumnos y atender las mil y unas interrupciones que se producen. Energía para mantener el liderazgo de un grupo de 30 personas y personas todavía no adultas, que deben adquirir la formación necesaria para mantener el esfuerzo y la atención. No digamos nada si encima se suman, que se suman habitualmente, las dificultades de algunos alumnos para hacerlo. Es un desgaste de energía notable. Y una día puede tener 5, 6, 7… horas de clase.

Además, previamente a esa hora de clase están las horas de programación y preparación de la clase concreta y después el tiempo de corrección de ejercicios, exámenes, listas, etc. Cada hora concreta de clase lleva así además un cortejo de tiempo de preparación y posterior de seguimiento.

Que quiere decir esto, que el profesor tiene un desgaste enorme de energía cada día, energía que debe recuperar de algún modo y por ello es importante que busque los modos de recuperación: debe descansar cada día, cada semana y cada año, sino inevitablemente la tensión en sus clases, la energía necesaria bajará.

Si se entiende lo que digo ser entenderá también que el estrés, la presión a la que está sometido un profesor puede llegar a ser enorme y por eso debe cuidarlo. Debe cuidarlo desde luego por él/ella mismo como persona, y debe cuidarlo por su mismo trabajo, que se basa en relaciones interpersonales, si no quiere afectar a este.

Desde la educación emocional hay que tener muy en cuenta esta dimensión del profesor y de sus necesidades.

Si la Educación Emocional lleva a ser sensible a las necesidades del alumno, esto no es posible si no se hace lo mismo y antes con el profesor. La necesidad de atender a ese estrés del profesor, a esa carga de trabajo, a la energía que conlleva mantener relaciones interpersonales, debe estar entre los objetivos de la Educación del futuro, si no se atiende, se pone en dificultad toda esa mejora de la Educación, esa renovación, que se pide con tanta insistencia y, desde mi punto de vista, con razón desde tantos sitios. Lo primero es atender al profesor, al docente, al maestro.