Hablar nos construye. Esto es algo más que lo que Wittgenstein afirma: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. Esta afirmación se refiere al lenguaje adquirido, al lenguaje que posee una persona, y yo estoy plenamente de acuerdo con ella. El “algo más” que yo amplio, es que hablar es importante porque la utilización de la palabra nos construye como persona.

Para entenderlo no hay más que ver cómo rehuimos a veces hablar con alguien, porque hablar nos compromete, nos hace ponernos cara a cara ante otra persona y decir cosas y eso que decimos nos liga, no compromete en su sentido etimológico: nos hace prometer que haremos algo “con o para” ese alguien con el que hablamos.

Claro que hay niveles de profundidad en este hablar. Lo comprobamos fácilmente cuando no queremos compromiso y nos vamos por las ramas o hablamos de elementos convencionales: el tiempo, el partido de futbol que vimos ayer, algo que interesa a la otra persona… cualquier cosa menos abordar eso que necesita ser hablado.

Desde hace tiempo he comprobado en las conversaciones con un adolescente que este rehúye cualquier diálogo que pueda comprometerle. Cuando me dirijo a él en directo para hablar por ejemplo de estudios, solo voy a recibir evasivas, pero en las que se ve claramente que la persona busca evitar comprometerse. Un modo de esas evasivas es dar la razón a la otra persona, pero no dar la propia opinión. “Si, si, tienes razón”, pero claro tener la razón implica consecuencias, y este “si, si” esta vacío de cualquier consecuencia, está vacío de la persona que habla, no hay persona por ningún lado. La falta de conexión emocional con la persona se percibe con nitidez.

Si este rehuir hablar es habitual, estamos ante un problema de madurez, de desarrollo personal. La persona no se está construyendo. Porque nos construimos en las relaciones con los demás y la herramienta principal es precisamente la palabra. Sin hablar no hay construcción de la persona, esta no crece.

La palabra es la herramienta para construir la autoestima, cuanta más palabra cumplida más autoestima. Más palabra rehuida, menos autoestima. La autoestima crece con el cumplimiento de la palabra y son precisamente las situaciones de autoestima deficiente las que nos llevan a rehuir la palabra. Tomar la palabra es sinónimo de autoestima fuerte.

El ser humano es el animal que puede prometer. Al prometer se hace cargo del futuro. Eso nos identifica como especie, tanto que una de nuestras grandes dificultades es vivir el aquí y ahora comidos por el veneno de vivir en el futuro, de anticipar. Pero al contrario, cuando no prometemos, no proyectamos el futuro con nuestro lenguaje, no nos construimos como persona, no elaboramos nuestro proyecto personal.

Consecuencia: es clave hablar, tomar la palabra para decir la nuestra, afrontar las conversaciones que nos comprometen, saber afirmar y con ello construir nuestro mundo personal. La persona es el ser que tiene palabra y con esa palabra se afirma.

Por esto es tan importante el diálogo con los adolescentes para los padres y madres y para los docentes. No es solo imponer las cosas, obligar a algo que nos parece obvio que tiene que hacer, es hablar de eso, que lo recoja, que lo acepte, que nos diga lo que piensa. Así se construye, elaborando un diálogo. Cada profesor debe establecer ese diálogo con cada alumno y con el conjunto de su clase.

Espero haberte convencido de que hablar es importante y que sin diálogo no hay maduración personal. Y digo diálogo entendiéndolo como conversación entre iguales de los temas que comprometen.