En un pasillo de un colegio me encontré la siguiente frase de Oscar Wilde: «quieres niños buenos, hazlos felices» y me parece que acierta con el núcleo más importante de la educación: quieres que los niños aprendan, enseña desde la alegría. La emoción positiva de la alegría es el contexto necesario en el que se da el aprendizaje.

El miedo focaliza la atención en aquello que produce miedo, no deja atender a nada más que al peligro, y se hace cualquier cosa para librarse del peligro: toda la energía de la persona y toda su intencionalidad está concentrada en ello

En un contexto educativo el miedo lo produce el castigo. Y el sistema se balancea emocionalmente hacia el miedo cuando la disciplina se establece como elemento prioritario del sistema. La disciplina es imposición de límites, esto implica que la autoridad la posee el profesor o quien imponga la norma. Esto implica que las relaciones se establecen en desigualdad. Las normas, que necesitan subordinación, se imponen emocionalmente desde el enfado (y toda la familia de esta emoción básica). El enfado lleva en su lenguaje corporal los signos de la superioridad. Como reacción al enfado en la otra persona de la relación, siempre estamos en relación, aparece el miedo. También toda la gama de la familia del miedo, desde el terror hasta el respeto. El miedo lleva en su lenguaje corporal los signos de la sumisión.

Hasta el mismo respeto tiene su base emocional en el miedo. Esto quiere decir que el miedo tiene funciones positivas, pero no deja de ser miedo y por lo tanto una concentración de la atención en aquello que lleva una etiqueta de peligro y una restricción de la atención a las demás cosas. El respeto es necesario, porque marca los límites más allá de los cuales no nos compete, por eso es importante, pero a la vez marca el límite.

Estas emociones están presentes en el contexto educativo, sin embargo no favorecen el aprendizaje. Son contrarias a la ilusión y a la curiosidad, que son necesarias para que una persona aprenda. Para aprender es imprescindible que exista el contexto emocional de la alegría que es donde se produce la ilusión, la curiosidad, la libertad y la motivación necesarias para aprender de un modo significativo. Sin alegría, y la situación emocional y corporal de apertura que produce, no es posible aprender, no es posible lograr la apertura personal necesaria para aprender. Al hablar de alegría me estoy refiriendo también a toda la familia de esta emoción básica, como son el entusiasmo, la ilusión, la esperanza, la felicidad, etc. Incluso la alegría es necesaria para abrirse y establecer buenas relaciones personales, algo básico en el contexto escolar.

Evidentemente en un ambiente de aprendizaje es necesario que el ambiente emocional prioritario produzca alegría en los alumnos. Otros contextos emocionales solo sirven en situaciones límite, que buscan lograr el contexto de la enseñanza, pero no el aprendizaje mismo. Esto necesita unas competencias emocionales por parte de los docentes, competencias imprescindibles en todo el arco de la escuela desde infantil/inicial hasta el bachillerato. Estas competencias emocionales llevan a los docentes a establecer vínculos seguros con los alumnos. La seguridad que proporciona un vínculo establecido sobre la aceptación personal es el terreno adecuado para el aprendizaje, en realidad solo se aprende en un vínculo que cree aceptación personal.

Recogiendo las ideas: se aprende en la alegría, alegría que se crea en la seguridad de un vínculo de aceptación. La gran tarea del docente es crear este marco emocional donde sus alumnos sean capaces de crear ilusión, motivación, entusiasmo, y desplegar su curiosidad, esto es lo que se denomina Educación Emocional. Esta es la base imprescindible de la educación y es necesario que los docentes adquieran esas competencias y sean conscientes de su responsabilidad con respecto a ellas.