Resumen: Noor se inventa una historia y eleva su comportamiento a bueno, mientras su primo en la historia inventado es malo. Un miedo del padre adquiere este nivel moral en la consideración de la hija. Ampliación del uso de la palabra, investigando el mundo con ella, ahora el mundo imaginado.
El otro día Noor, en la puerta de la cocina de casa y señalando los goznes en los que gira, me dijo que no iba a meter los dedos entre la puerta y el marco, «porque hace “pupa” (daño)». A continuación con gestos de reprobación me dijo que su primo Yassin (de 5 años) si lo hace.
El prolegómeno del asunto es que hará unos tres meses, vi que al apoyarse metía los dedos justo en el sitio del giro de la puerta, asustado le quité la mano y le expliqué: «¡daño, cariño, mucho daño, no pongas la mano ahí!». El antecedente es que yo siendo niño me pillé los dedos de la mano con una puerta y el miedo me ha quedado. También se advierte que el miedo que acompañaba mi expresión de la advertencia se le ha quedado a Noor grabado y le ha llevado a recordar la advertencia.
Pero lo repite con dos características añadidas. La primera es que se inventa la historia de que su primo Yassin si mete los dedos ahí. Es la primera vez que la veo inventarse una historia. Es un progreso notable. Las palabras ya no sirven solo para designar cosas o pedirlas, también sirven para inventarse historias. Hay que tener en cuenta que nosotros le leemos cuentos y a veces ante una imagen cruda de la televisión le hemos dicho: «no es verdad, es un cuento». Ahora ella utiliza la misma arma. Por esto eludo usar la palabra mentira porque me parece que procede más bien de una censura, también moral, de nosotros observadores, que de la intención real de Noor. No es difícil suponer que ese momento de la mentira consciente llegará y seguirá formando parte del proceso de aprendizaje y de relación con el lenguaje.
La segunda característica es que su relato se desarrolla a un nivel moral, que se advierte con claridad: ella hace bien porque no mete la mano en la puerta y Yassin hace mal. Ella ha asimilado mi indicación, Yassin no. El comportamiento indicado por miedo ha pasado a la categoría de bueno, y ella es buena porque lo cumple. Lo curioso es que para reforzar esto busca alguien que lo haga mal.
El año pasado (2 años) había un culpable para todo lo que le pasaba en el colegio. A cualquier pregunta sobre: «¿quién te ha hecho esto, cariño?», la respuesta era Alan. Tanto para un golpe o arañazo o una mancha en la ropa. Ya buscaba un culpable, siempre el mismo, pero no se inventaba la historia: un comportamiento imaginado.
En mi manera de entender este comportamiento evidentemente entra el vínculo con su padre: ella hace bien algo que su padre le ha dicho, su padre va a estar contento con ella. Mucho más porque hay otro (su primo Yassin) que lo hace mal.
Para la reflexión dejo la observación de que un miedo mío, provocado por una experiencia real, ha pasado a convertirse en una conducta elevada a ser moralmente buena.
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