Resumen: la gestión emocional tiene en su centro poner sobre la mesa los temas. Hablar de algo es nuestra herramienta más importante. Ese hablar tiene que ser con honestidad y haciéndonos cargo de la palabra. Quien recibe la palabra no debe tener una posición de autoridad, sino de igual. Estas son las condiciones de un diálogo auténtico
Esta es una frase que me tuve que oír muchas veces en las tardes de juegos de naipes familiares durante mi infancia. Significaba que no se podía retirar una carta una vez que, al ponerla sobre la mesa, había sido vista por aunque fuese uno solo de los demás jugadores.
La misma frase me viene muchas veces a la cabeza en mi trabajo emocional. La gestión emocional tiene precisamente en su centro este sacar a la luz, poner sobre la mesa el tema que sea, verbalizarlo. Para poder solucionarlas las cosas deben estar a la luz y no debajo de la mesa.
La palabra es la herramienta principal de la gestión emocional, mientras no se habla de algo es posible que ni siquiera sepamos lo que pasa, que sea solamente un malestar interno, una emoción de esas que se denominan negativas, y que viven debajo de la superficie, precisamente porque evitan que los focos caigan sobre ellas. Esos malestares internos, esas emociones escondidas, no se resuelven cambiándolas por otras positivas, sino hablando de ellas, hablando de lo que nos sucede.
Se podría pensar que lo que digo sencillamente, es hay que hablar. No exactamente, es poner el tema sobre la mesa, haciéndose cargo de él. En esto el mi dicho infantil nos sirve: la carta marca la jugada siguiente y al sacarla el jugador debe sopesar la jugada, lo que va a suceder después está ya marcado por esa carta. Es decir hablar si, pero en primera persona, es decir haciéndose cargo de la palabra, de lo que decimos. Todo lo demás es hablar por hablar, o mejor hablar sin intención real de comunicar. Hablar de las cosas, y hablar con honestidad, es decir haciéndose cargo de la palabra es el único medio que los humanos tenemos para crecer, para solucionar nuestros procesos emocionales, para llegar a una comunicación humana real.
Esta sería una regla de la buena comunicación entre dos personas: hablar de los temas que están debajo de la mesa, es decir sacarlos a la luz, haciéndose cargo de la palabra. Le he llamado buena comunicación, pero en realidad es comunicación a secas, cualquier comunicación que no siga esta regla va a ser confusión, botes de humos, tergiversación, manipulación… pero no una comunicación que establezca y respete a los dos sujetos que intervienen.
Por tanto las condiciones de una buena comunicación serían las mismas que las de un diálogo. El diálogo es una conversación entre iguales en los que cada uno expresa lo que realmente siente y piensa. Lógicamente necesita un cierto autoconocimiento, y a la vez es el mejor instrumento para ese mismo autoconocimiento, el mejor que tenemos.
Siempre me ha impresionado la relación que Carl Rogers estableció con Martin Buber. El objetivo de Rogers era convencer a Buber que su modelo de terapia era un diálogo real. Buber insistía que un diálogo se produce cuando las dos personas intervienen como iguales al mismo nivel. Esta premisa no se da en una terapia, ya que en esta hay un terapeuta y un cliente. Lo mismo sucede en otras relaciones: médico-enfermo, sacerdote-fiel,… Todas estas relaciones implican ya en su planteamiento una relación desigual. Rogers insistió e insistió. Una de las cosas que clarificó al que quisiera hacer terapia centrada en la persona era precisamente que debía renunciar a cualquier autoridad y que en el momento en que viese que la persona aceptaba las cosas porque estaban dichas por el terapeuta, en ese mismo momento su terapia había dejado de funcionar.
Que quiero decir con esto, pues que se pone la carta sobre la mesa, pero en una condición: va a ser aceptada sencillamente porque ha sido puesta: no hay autoridad entre los jugadores, actúan exactamente al mismo título. Esta sería una condición ineludible.
Luego resumo mis posiciones. Para que exista un diálogo que origine una comunicación real es necesario (a) que las cosas se pongan sobre la mesa (b) que quien las pone se haga cargo de su palabra (c) quien la recibe no debe tener un papel de autoridad
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