Resumen:¿Dónde se encuentra la frontera entre lo personal y lo profesional?: hay una línea roja intermitente entre el nivel de las emociones y el de los sentimientos o de la amistad que no es una línea objetiva, que aparezca claramente dibujada. Somos seres emocionales y las emociones influyen en nuestro trabajo. Las empresas están dentro de los vaivenes de estados de ánimo. No vamos a dar entrada franca a nuestra intimidad en el mundo profesional. La comunicación entre compañeros tiene límites que la que se da entre amigos no tiene. Dibujar  la línea roja entre vida personal y vida familiar en la práctica esto no resulta tan fácil pues ambas se influyen mutuamente.

Cuando he tenido ocasión de compartir esta idea de los niveles de comunicación ha aflorado la idea de dónde se encuentra la frontera entre lo personal y lo profesional. Qué estoy obligado a comunicar en un ambiente de trabajo y qué no. A mi la expresión obligado suena demasiado fuerte, y realmente obligados, obligados estamos a comunicar muy pocas cosas. La pregunta más correcta sería ¿Qué contenido integra una sana comunicación en un ambiente laboral?, o, dicho en el lenguaje que estamos utilizando, ¿hasta qué nivel de comunicación es sano llegar en un ambiente de trabajo?

Para responder a ese interrogante pergeñé el siguiente gráfico

En el gráfico hay una línea roja intermitente entre el nivel de las emociones y el de los sentimientos o de la amistad. El que sea intermitente tiene su sentido en que no es una línea objetiva, que aparezca claramente dibujada en el suelo, sino que cada persona debe encontrar de algún modo dónde poner el propio límite. Es decir, no hay límite entre emociones y sentimientos, sino que son un continuo en el que los extremos son claramente distinguibles, pero el lugar donde se inicia el cambio de nombre no está claro.

Sin embargo hay un punto previo, que ha surgido cada vez que he presentado el gráfico: ¿por qué la línea está entre el nivel 4 y 5 y no entre 3 y 4? O lo que es lo mismo: ¿no es mejor que las emociones se queden fuera del mundo laboral y profesional?

Esta es la petición de muchas personas y la conclusión de una cierta mentalidad que concibe que ser profesional es estar fuera de los vaivenes de las emociones, para ser un buen profesional se necesita tener un control estricto de las emociones que no las permita surgir durante el ejercicio del propio trabajo.

Sin entrar a valorar si eso es bueno o malo, tiene de todas formas una respuesta clara: es imposible. Somos seres emocionales y las emociones influyen en nuestro trabajo, queramos o no. Las empresas están dentro de los vaivenes de estados de ánimo, se encuentran animados o desanimados, confían o no confían, tienen miedo, se encuentran enfadados o alegres, a gusto o sintiendo un fuerte malestar, se relacionan bien o mal con los demás…, y todo esto referido a emociones que se originan dentro del grupo u organización o también a emociones que se traen las personas que trabajan dentro. Todas esas emociones influyen y en todas esas situaciones, las personas o el grupo entero, no actúan igual. No reconocer que eso existe es actuar como el avestruz, negando la realidad misma.

A mi me suena a lo que sucede con la realidad económica, que puede parece la realidad más aséptica, pero lo cierto es que se encuentra plagada de términos emocionales: los mercados tienen confianza, o tienen miedo, pasan momentos de euforia, los vaivenes emocionales de las diversas situaciones les afectan, y les afectan más directa y rápidamente de lo que ningún analista es capaz de prever.

Luego las emociones entran en la empresa (y también en la escuela, en el hospital, etc.), no se dejan como el paraguas a la puerta. Entonces el problema es: ¿hasta que límite? Porque emociones y sentimientos son los componentes de la interioridad, de lo más personal, de nuestra intimidad, y resulta obvio que no vamos a dar entrada franca a nuestra intimidad en el mundo profesional, aunque solo sea por la posibilidad de manipulación que eso llevaría consigo. Esta claro además que en lo profesional estamos obligados a ser compañeros, incluso que es positivo ser buenos compañeros, pero nadie nos puede obligar a ser amigos: la comunicación entre compañeros tiene límites que la que se da entre amigos no tiene.

Por ahí viene lo de la línea roja y que no hay un sitio objetivo donde dibujarla. Hay momentos entonces que la distinción no se hace por excluir las emociones, sino por donde se origina la emoción, en tal caso distinguimos entre vida personal y vida profesional. Dentro de la comunicación profesional entraría solo lo que tiene que ver con lo profesional. Esta distinción sería muy fácil si fuese fácil en tal caso dibujar la línea roja entre vida personal y vida familiar, pero en la práctica esto no resulta tan fácil y ambas se influyen mutuamente.

Entonces se haría válida mi aseveración de que cada persona, en función de su situación personal y profesional debe preocuparse de dibujar la línea roja donde considere conveniente. No hacerlo puede traerle disgustos, porque ha comunicado demasiado y se siente expuesto,  o porque ha comunicado demasiado poco, y las relaciones con los compañeros se resienten.