Resumen: Las lágrimas de tristeza, establecen vínculos. Las lágrimas generan compasión. La compasión abre una puerta en nosotros hacia los demás Unas buenas lágrimas instrumentales pueden abrir muchas puertas. Estamos conectados como especie. Las demás especies no lloran.
Las lágrimas de tristeza, establecen vínculos entre las personas. Esto tiene algo de sorprendente porque la tristeza en realidad cierra, nos concentra sobre nosotros mismos para reparar nuestro daño emocional, nuestra pérdida.
Es decir, una emoción que nos cierra, la tristeza, cuando alcanza un grado elevado, en las lágrimas, despierta el interés de los demás, lleva a los demás a interesarse por la persona que llora.
Las lágrimas generan compasión en los demás. La compasión es el sentimiento que nos lleva a compartir el sufrimiento, la pérdida del otro, su necesidad.
La compasión abre una puerta en nosotros hacia los demás y esa puerta puede llegar a ser tal que las lágrimas pueden ser utilizadas como «instrumento» de manipulación, de engaño. Unas buenas lágrimas instrumentales pueden abrir muchas puertas.
En cualquier caso y sobre todo, el hecho de que las lágrimas susciten compasión en los demás y detrás de la compasión el deseo de ayudar, habla de nuevo de la fuerte trabazón social del ser humano. Estamos conectados como especie, de modo que cuando alguien sufre y necesita ayuda, los demás sencillamente por la expresión de ese llanto se encuentran inclinados a prestar esa ayuda. Mientras que quien llora puede dedicarse a reparar y sanar sus heridas.
A nivel de significados, la actitud que genera la compasión la consideramos humana. Es humano aquel que responde a las lágrimas con la propia actitud de ayuda. Es decir que consideramos este rasgo como muy destacado en la raza humana, un rasgo que la hace distinta es ayudarse unos a otros tener un sentimiento que nos hace tomar conciencia de la necesidad de los otros y sentir el impulso a ayudar.
Esta especificidad llega al punto que las demás especies no lloran, ni siquiera los neanthertales. Llorar es un síntoma fuertemente emocional y fuertemente humano. Indica precisamente la importancia enorme de la emoción en la especie humana, uno de sus rasgos más específicos.
Me voy a permitir añadir al tema la opinión de alguien con mayor autoridad que la mía: Herbert Marcuse, el filósofo de la liberación sexual, quien, después de haber dado muchas vueltas al tema, le dijo a su amigo también filosofo Habermas, en la sala de cuidados intensivos, dos días antes de su muerte: «¿ves?; ahora se en que se fundan nuestros juicios valorativos más elementales: en la compasión, en nuestro sentimiento por el dolor de los otros».
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