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«Amurallar el propio sufrimiento es arriesgarse a que te devore por dentro» Frida Khalo.

La necesidad de hablar es algo muy profundo en el ser humano. Tenemos necesidad de hablar, de comunicación, de contrastar lo que pensamos, de poner en orden lo que pensamos, de expresar lo que nos ha sucedido y nos ha impactado.

Ese hablar pone en orden el mundo en que vivimos, lo hace nuestro al ponerle etiquetas, nos permite colonizarlo. También es la vía para trenzar y establecer las relaciones que son tan importantes en el homo sapiens. Por último nos permite manejar los sentimientos y emociones que literalmente se nos han quedado enredados dentro.

Somos seres sociales hasta un punto que nos es difícil de admitir porque nos parece afecta a nuestra autonomía en esta cultura individualista que vivimos. Hablar es siempre un acto social y ese acto social nos construye, nos teje constantemente a lo largo de la vida.

No hablamos con cualquiera. La necesidad de hablar establece una relación especial que llamamos amistad. Por eso son tan importantes los amigos. La amistad es precisamente ese tipo de relación que permite el intercambio del diálogo, de las palabras y su elemento fundamental es precisamente ese de permitir hablar.

La necesidad de hablar se hace aguda en las dificultades. Nuestras emociones necesitan salir a la luz para no formar un nudo difícil de digerir que nos puede devorar por dentro como dice Frida Khalo. En este caso hablar hace aflorar al consciente esas vivencias no digeridas y que forman un nudo que debemos deshacer con la paciencia de la conversación, de ponerle palabras que van bajando en espiral conectando con nuestro interior. La biblia lo recoge esta necesidad que se ve está vigente desde hace muchos siglos: «mientras calle se consumían mis huesos». Tenemos esa disyuntiva o hablar o consumirnos, o hablar o devorarnos. No hay otro camino para nuestra salud.

Quizá debería hablar ahora de la dificultad de quitar esas barreras, de abrirnos. Hablar es la herramienta de ese desnudarse. Pero desnudarse es dejar ver nuestra propia fragilidad, el ser frágil y siempre desvalido que somos. Esta es la dificultad de hablar, hablar nos expone y esto es lo que nos lleva a ponerle barreras, a amurallar, esto es lo que lleva al menos a escoger personas especiales, amigos, a los que abrirnos. Abrirse es mostrar debilidad. Sí, es mostrar debilidad, limitación, pero también humanidad.

Solo quiero terminar diciendo que la finalidad de un coaching emocional bien realizado es precisamente llenar esta necesidad humana de tirar la muralla y dejar salir nuestros sufrimientos. Así podemos llegar a ser la persona libre que somos.