De nuevo he vuelto a encontrarme con una situación extraña dentro de las relaciones que se producen en el contexto de la educación. Un alumno de diecisiete años sufrió hace casi dos años una fortísima lesión de tobillo con rotura de tibia y peroné. Al cabo de dos años y varias operaciones, el profesor de educación física, que no ha variado en todo este tiempo, le pide que le traiga un informe del médico con lo que puede y no puede hacer.
El alumno queda todo sorprendido, máxime porque acaba de recibir el alta y la recomendación del traumatólogo ha sido que el regulador es el dolor, es decir la percepción del alumno. Resumiendo, se puede hacer lo que el alumno considere que puede y no hacer lo que crea que no puede. Esta no es la primera petición de este tipo, el alumno ha tenido que justificar cada uno de los pasos del largo proceso: idas al médico, restricciones de ejercicio. Su impresión es que en vez de haber encontrado en su profesor de educación física un apoyo ha encontrado un funcionario preocupado de los papeles y cuyo interés en el alumno y lo que le sucede es solo marginal. Por cierto la desconfianza no es objetiva: es la que el alumno percibe y el buen docente debe ser sensible a ella.
Lo que a mí me sorprende, y mucho, y me hace entender que hay profesores que todavía no han incluido dentro de su profesionalidad el cuidado de la relación con el alumno. El alumno ha vivido como desconfianza del profesor todo el proceso y según relata una vez le enseño la escayola y le dijo: «¡Basta como justificante!». Lo mismo le sucedió a un compañero, con escayola en el brazo, en otra ocasión.
Me preocupa mucho que estos modos de establecer relaciones sean vistos como lo normal, que en el aula en lugar de relaciones de confianza se establezcan relaciones administrativas. Las consecuencias en la motivación de los alumnos es enorme. Se genera un desapego de los estudios difícil de remediar.
Pero para mí lo más preocupante es que el profesor cree estar haciendo lo que debe hacer. Un profesor puede creer que está cumpliendo su trabajo sin atender a la relación que ha establecido con sus alumnos. Esa seguridad me desarbola, ya que su modo de actuar en los alumnos afectados puede afectar y normalmente afecta para mal, al futuro de estos.
No me cansaré de repetirlo. El aprendizaje se produce dentro de la comunicación que se establece en el aula. Cuidar la relación de comunicación es incluso más importante que el contenido. Porque con la relación de comunicación bien establecida siempre se aprende algo. Con contenidos pero sin relación de comunicación, no se consigue nada.
La Educación Emocional es imprescindible y resulta especialmente preocupantes que haya todavía profesores que actúen como si no existe.
No puedo estar más deacuerdo.
Desafortunadamente en las aulas hay poco tiempo para desarrollar las relaciones de confianza y muy poca instrucción al respecto en muchos maestros que olvidan que la adolescencia es una fase muy importante del desarrollo y muchas veces se abandona el contacto humano… Más nos valdría enseñarles a moverse en el mundo hoy están más carentes de comunicación q de aprendizaje. Nuestros chicos son listos hoy la información a aprender esta en todas partes la labor del maestro es humanizar la enseñanza enseñar a aprender cosas gusto y fomentar las relaciones humanas.
Los educadores maestros profesores… Todos tenemos un largo camino por recorrer
Creo que el problema hay que enfocarlo por dos vías. La primera que es inmediata se vincula con la realción con el alumno, como muy bien dice el artículo: crear ese vínculo afectivo de confianza entre el alumno y profesor tan beneficioso para ambos; la segunda es obviamente administrativa y se apunta ya entre líneas por cuanto el alumno tiene que tener la garantía de que ha de ser evaluado de forma objetiva y constatable (no olvidemos que es un derecho del alumno y una obligación del profesor), por lo tanto el profesor tienen que poder justificar ante el alumno y ante la administración (que así se lo exige) cuales son los criterios claros para evaluar al alumno (ya se encamine a hacer una adaptación curricular o incluso la petición de exención de la materia). Este último extremo, no lo olvidemos, es una función del docente (así lo regula la LOMCE-LOE) y el artículo también apunta ya la vía de solución: la comunicación, si el docente le comunica la necesidad de conocer qué necesita para evaluar (o no)y calificar (o no) la materia (algo que necesita hacer obligatoriamente porque así lo requiere la administración para la que trabaja) ambos llegarán a un ENTENDIMIENTO y un COMPROMISO por encontrar una solución ajustada a las necesidades de ambos. Esto, creo yo, reforzará sin duda su relación y confianza mutua.