En la entrada anterior sobre la autoconciencia emocional he hablado sobre todo de la herramienta, la razón y el papel que desempeña, y queda pendiente de hablar del otro polo de la relación: lo emocional, nuestro contacto con las sensaciones, con la sensación sentida. Una buena autoconciencia emocional implica un buen contacto con nosotros mismos, con nuestras emociones y sensaciones en cada momento. Poner nombre a la emoción sirve evidentemente para manejar la emoción, pero sobre todo nos hace más conscientes de lo que sentimos, de qué es lo que estamos sintiendo en cada momento. Desde este punto de vista la autoconciencia emocional es el conjunto de conocimientos, capacidades, habilidades y actitudes que implican un adecuado contacto emocional
Esta autoconciencia es una clave para la educación emocional porque también podemos ser educados a no sentir, a dejar tapadas las sensaciones de cada momento y a poner nuestra atención en lo que racionalmente pensamos en cada momento, a poner la atención en la razón que se convierte en dueña y señora de la conciencia y a esta no afloran las sensaciones ni, por tanto, toda la información que nos traen. Podemos ser educados a vivir sin entrar en contacto con nosotros mismos con nuestra sensibilidad.
En los cursos que imparto he hecho con frecuencia un ejercicio que comienza pidiendo a los asistentes que hagan una lista con 50 deseos. La capacidad de conectar con los propios deseos es un síntoma de esa conexión con nosotros mismos. Hay personas que tardan mucho en saber que desean, ya solo la idea de 50 deseos les bloquea, tienen uno o dos conscientes y además de lo más “elevados” y altruistas. Hay muy poco contacto con instintos y deseos, con las sensaciones, con su sistema emocional-sensitivo que por falta de uso no arranca, no conecta bien. Hay personas que no saben lo que les apetece comer, comen cualquier cosa, lo que les pongan, esto ha sido un tipo de educación muy generalizada que voy a denominar estoica: con muy poca conexión con su sensación de hambre, con su apetencia, y en general con todas las sensaciones: hambre, dolor, frio, necesidades afectivas. Viven por tanto desde la razón, desensibilizados de lo emocional, y se pierden la información y la dirección que proporcionan las emociones y el sistema emocional es preciso en su conexión con las necesidades y sabe qué necesitamos.
La educación emocional consiste precisamente en educar a tener ese buen contacto con uno mismo con los propios sentimientos, emociones y sensaciones. Y esto se educa, hay perfiles que vienen proporcionados por la cultura de referencia en la que se vive y en la que se aprende a vivir. Es decir, que si no proporcionamos ninguna referencia para adquirir autoconciencia emocional esto ya es un modo de educar, que en este caso indica que lo que se siente no es importante, lógicamente lo importante pasa a ser la razón y la desconexión con lo emocional. La disyuntiva primera del camino de la educación (y lo dejo así, educación en general) es por tanto sensibilizados o desensibilizados para lo emocional.
Luego resumo las 2 entradas diciendo que la autoconciencia emocional está formada por 2 polos: adecuado contacto emocional y razón que acepta y pone nombre a la emoción, a la sensación sentida. Características generales de esta competencia son:
Conocimientos: saber qué son las emociones y su repercusión en el día a día. Comprender cómo es el proceso emocional, funciones, señales y objetivo dentro del organismo
Capacidades: Detectar lo que se siente, ponerle nombre
Habilidades: Darse cuenta de la variación emocional según la situación. Saber de qué está informando la emoción o cual es la necesidad que se tiene
Actitudes: Apertura, aceptación y positividad. Se tiene una valoración positiva de las emociones, sensaciones y deseos.
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