Estamos en el primer día de clase de bachillerato. Un alumno, 17 años, sigue en su cama, aunque habitualmente se levanta bien, no es habitualmente de los que remolonean.
Su madre le dice, “arriba que es el primer día y tienes que ir al colegio”.
“No voy a ir, no hay clases hoy, no hacemos nada”. Lo que hay son dos horas de saludos, instrucciones, etc. Se sigue el ya antiquísimo dicho de la universidad medieval: prima non datur, que parece que nuestro alumno se conoce bien. Así que sigue: “Si no me das un argumento válido, no voy”.
La madre replica: “Saludas a los conocidos, conoces a los nuevos y a tus profesores, ¡es importante empezar bien! ¡Faltar a clase nunca te lleva nada”.
El alumno, “No voy a ir, no sirve para nada”. Tercia el padre: “En el colegio hay clases y relaciones, tan importantes son unas como otras”.
El alumno, “Me dan igual las relaciones, no voy a ir a perder el tiempo”.
Por ir directamente al grano: Me parece un fracaso tremendo de la escuela. La experiencia de este alumno le lleva a considerar que lo único importante son las clases, en realidad ni siquiera, lo único importante son las notas, los resultados, ha eliminado todo lo demás de la enseñanza del colegio.
Esta es una idea fuertemente clavada en mi percepción de las promociones que estamos sacando, una idea pragmática de lo aprendido, en el fondo una fuerte desilusión de que solo valen resultados, que como persona no cuentas. La importancia nula que da este alumno a las relaciones tiene una relación directa con cómo se ha sentido tratado. El pragmatismo de lo que significa el colegio en su experiencia, le elimina a él mismo como persona, del contenido de lo aprendido. Que no de importancia a las relaciones significa directamente que no se da importancia a sí mismo en esas relaciones de las que es elemento necesario. No se considera importante para sus profesores, lo único importante son las notas de las asignaturas. Este es el fracaso de la educación.
Muchos de los idearios, de los valores que se dicen defender en la escuela hablan del valor de la persona, de una educación integral. Si el resultado es este, un alumno que grita que le importan un comino las relaciones y que lo único importante son las notas y lo que a ello lleva, estamos exactamente en las antípodas de lo que buscamos.
Sé muy bien que la desilusión de este alumno no es general, que estamos en un tanto por ciento sociológico del alumnado. Hay alumnos ilusionados y la mayoría ha acudido a este primer día. El punto sin embargo sería este: la idea pragmática de que del colegio solo sirven las notas, ¿es algo particular de este alumno o está más difundida?
Creo que el caso de este alumno debería hacer al menos pensar. La educación es una de las actividades que más se separa de los resultados. Un profesor puede tener un montón de alumnos que suspenden y pensar que lo está haciendo bien, algo que no ocurre en ninguna otra actividad. Sería importante revisar en profundidad los resultados, saber realmente cómo salen los alumnos, no solo en resultados académicos, que esos si los sabemos y son en realidad los que marcan las valoraciones, como bien sabe este alumno.
En el caso de la Educación, como en la Sanidad, un solo fracaso es mucho. Es decir no basta con decir: la mayoría ha venido. En el caso de la Sanidad está en juego la vida biológica y eso exige mucho. En el caso de la Educación es otra vida: la existencial, de importancia capital. La calidad de la propia vida tiene mucha relación con la calidad de la Educación recibida.
Reflexión importante para todos los educadores.