Profesor y estudiantes

Carolina Pérez Ruiz. Maestra Audición y Lenguaje, Especialista en Psicología Positiva e Inteligencia Emocional. EMOTIVACPC. www.emotivacpc.es.

La educación en las aulas es responsabilidad del adulto que las habita, en lo que se refiere a  que como maestros presentamos un espejo en el que los alumnos se miran cada día, dentro de un espacio de experiencia de vida, no sólo de aprendizaje de contenidos curriculares. Por ello, cabe destacar como importantísimo que los profesores nos dediquemos la primera mirada hacia nuestro propio modelo, y así poder ser coherente con las expectativas que nos marcamos respecto a los alumnos.

A menudo, se escucha decir en los claustros de profesores que los alumnos están desmotivados, que existe muy poco respeto o que no saben relacionarse entre ellos, ni resolver conflictos de manera autónoma…

Efectivamente, se observan muchos de esos patrones de conducta en los alumnos, pero ¿cómo nos relacionamos los profesores dentro de un mismo equipo educativo? ¿qué modelo comunicativo ejercemos con el alumnado?, o la existencia de una tendencia masiva a juzgar a las familias, sin ser empáticos con las dificultades que entraña la paternidad, la conciliación de la vida familiar y laboral, con el añadido de que alguno de sus hijos presenten dificultades específicas de aprendizaje.

De todo esto, podemos concluir que en nuestro propio día a día dentro del colegio (sin nombrar cómo nos comportamos en el terreno más personal de nuestra vida), existen un sinfín de situaciones que, a pesar de nuestra adultez, no sabemos gestionar adecuadamente frente a nuestros alumnos o iguales. Por ello, para ser un buen referente comunicativo y emocional, es necesario que nos trabajemos esa parte personal que entraña el currículo oculto que les llega  a nuestros niños y jóvenes.

Algunos aspectos en lo que podemos trabajar a nivel individual y tener en cuenta para mejorar nuestro modelo de referencia serían:

  • Cuidar nuestro estilo comunicativo:
    • Siendo asertivos y poniendo límites sin perder el respeto a alumnos, compañeros y familias.
    • Sabiendo gestionar nuestros enfados, aceptando y adaptándonos a los cambios.
    • Cuidando nuestra comunicación no verbal: siendo más agradables, cercanos y abiertos a la escucha.
    • Siendo empáticos, teniendo en cuenta las perspectivas de alumnos, nuestro equipo y familias… sobre todo para la resolución de conflictos (observar sin juzgar).
  • Hacer uso de estrategias de liderazgo positivo:
    • Manteniendo una actitud que fomente la responsabilidad y la independencia del alumnado, favoreciendo así su autoestima a partir de la confianza en sus fortalezas y capacidades.
    • Delegando tareas y pidiendo ayuda.
    • Consensuando y siendo democrático en la toma decisiones en el aula.
    • Programando en función de los intereses de los alumnos y del grupo-clase.
  • Ser un buen modelo emocional:
    • Siendo coherentes desde nuestra propia identificación, gestión y comunicación emocional, respecto a la exigencia que tenemos hacia los alumnos en cuanto a la expresión y autorregulación de conductas no deseadas.
    • Expresando emociones y estados de ánimo abiertamente dentro del entorno educativo.
    • Dedicando tiempo de aula para mejorar las habilidades sociales y el clima grupal.
    • Usando la acción tutorial para preocuparnos por el bienestar individual del alumno y cuidar nuestras relaciones emocional con ellos.

Parece clara la importancia de formación continua en una práctica como es la docencia. Es muy común que los maestros busquen la actualización profesional en cursos que les ofrezcan pautas o un listado de actividades para realizar en el aula, y no caer en la rutina.

Cuando hablamos de formación en Psicología Positiva, Inteligencia Emocional o Coaching en el ámbito educativo, también vamos buscando esa escala de contenidos prácticos, que nos den las claves mágicas  (sencillas y rápidas en resultados) para trabajar con el alumno, y renovar las programaciones. Y, evidentemente, es un aspecto importante el tema de los recursos curriculares para captar el interés del alumno y adaptarse a sus motivaciones y necesidades. Pero ¿nos planteamos la formación a nivel de actualización de nuestra práctica informal? ¿nos cuidamos y trabajamos  individualmente el crecimiento personal y nuestra postura?.

La formación en  los ámbitos nombrados anteriormente, nos va a ofrecer más y mejores resultados en la práctica pedagógica, si nos planteamos esta actualización como un tiempo de crecimiento personal.

 Somos un espejo de lo que ocurre muchas veces en nuestro entorno más cercano, incluida el aula donde trabajamos. Por ello debemos tener en cuenta que la educación en positivo comienza por uno mismo.