Entrada escrita por Daniel Sancho Tos, entrenador deportivo emocional y por Antonio Esquivias
Es sorprendente cuán diferente es cada niño en su gestión del miedo, voy a contar el caso de mi hijo que fue para mí una gran sorpresa. El miedo sirve para delimitar nuestra zona de seguridad y decirnos que experiencias hemos hecho y cuáles no, y por tanto en que situaciones nos sentimos seguros y las dominamos y en cuáles no. Cuando mi hijo Lucas tenía 6 años, le regalaron unos patines. En aquel entonces Lucas ni siquiera sabía para que servían, ni siquiera era capaz de ponerse el solo los patines en el pie correcto. Aún así una tarde quiso bajar a la calle a probar sus patines nuevos y con esa intención y gran determinación, yo le observaba muy ilusionado con sus patines, nos dispusimos a ello. Cuando por fin consiguió ponerse los patines de la manera correcta, inició la maniobra para ponerse en pié, lo cual fue complicado y como es lógico termino cayendo rápidamente y de forma grotesca al suelo. A los 6 años el niño se encuentra plenamente en la etapa de los aprendizajes, de la exploración del mundo, de las tareas. Hasta un poco antes de esa edad el niño está concentrado en la construcción de sí mismo, en su identidad y en el cuidado de sus relaciones de confianza y seguridad fundamentales. El niño quiere saber quién es. Ahora, sobre la seguridad de su relación de seguridad, quiere explorar el mundo, y se lanza a tumba abierta a por ello.
El miedo, y toda su familia, es la emoción reguladora, la necesidad detrás del miedo es seguridad. Seguridad que se podría pensar que es física y de salud, pero que está relacionada con la seguridad personal, con la autoestima, lo que incide fuertemente en la diferente forma en que cada niño afronta el miedo.
La emoción impulsora es el enfado y su familia, la necesidad es la de logro. Entramos en una época de logros, que se convierten en el motor que impulsa al niño. Tiene que conseguir metas, objetivos, dominar cambios, experiencias. El conseguirla da nueva motivación para ir a por los siguientes: no puede estar largo tiempo sin logros.
Yo asistía como espectador asombrado a esa necesidad. Sin embargo, ante las caídas, en mi función de padre protector le ayudaba a ponerse en pie y le cogía de la mano para que pudiera empezar a patinar con la seguridad (gestionándole el miedo) de que no se iba a caer y para que perdiera el miedo a los patines. Mi sorpresa fue que rápidamente me dijo «no papá déjame a mí», lo que indica una buena base adquirida de seguridad en sí mismo durante la etapa anterior y en esta.
Los siguientes 15 minutos fueron un continuo de caídas y de intentos por mantener el equilibrio por parte de Lucas, y por mi parte de controlarme para no ayudarlo ya que cada vez que me acercaba se enfadaba y quería quitarse los patines. Pero lo más asombroso fue comprobar que no solo no cogió miedo a los patines sino que a través de auto gestionarse su aprendizaje consiguió dominar los patines al 3er día de habérselos puesto por primera vez. Cuando hablo de dominar, me refiero a bajar grandes e inclinadas rampas con una velocidad y un control increíble, hacer giros, frenar, patinar hacia atrás (con unos patines de línea es realmente complicado)….
La determinación personal de Lucas venció los obstáculos que le presentaba dominar los patines, especialmente las caídas con los que significa de dolor, susto (miedo a superar), etc.
La gradualidad en el enfoque de superación del miedo, que es la forma habitual de gestionarlo, no tuvo lugar por su gran determinación a dominar la experiencia, en este caso los patines. Su enfoque fue: todo de una vez, hasta el fondo. Implica un gran deseo de logro, de exploración, de superación.
Està claro, o eso parece, que Lucas tenía en ese momento una buena base emocional que le permitía afrontar con seguridad y » tozudería» el nuevo reto que se le presentaba. Creía en si mismo y en sus posibilidades y seguramente por todo ello lo consiguió.
Des de mi punto de vista , ademas de afianzar la base emocional debemos guiar y no adiestrar a nuestros hijos y alumnos. Conducirlos hacia lo que es bueno y positivo, enseñarles las alternativas, dejarlos volar, a su justo tiempo, y estar SIEMPRE allí.
Montserrat.