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Entrada escrita por Daniel Sancho Tos, padre y entrenador deportivo. Fundador de NECESPORT

Existe el dicho común de que el halago debilita. Pues bien, pienso exactamente lo contrario. El halago no debilita, ni al que lo recibe ni al que lo da.

El halago debemos entenderlo como un refuerzo positivo de acciones positivas, que a los niños con NEE les resultan complicadas de realizar y de mantener en el tiempo. No podemos pretender que alguien a quien le resulta difícil mantener un determinado comportamiento, lo haga solo PORQUE ES SU OBLIGACIÓN. Debemos mostrarle nuestra satisfacción, cada vez que su comportamiento es el correcto, cada vez que vence a su fuerte impulso de hacer precisamente lo contrario a lo que debería, incluso aunque simplemente haya puesto todo su esfuerzo en conseguirlo y no lo haya conseguido. Si reforzamos sus comportamientos positivos, repetirá esos comportamientos positivos y no PORQUE SEA SU OBLIGACIÓN, sino porque es SU SATISFACCIÓN.

El otro día no podía de dejar de pensar en la siguiente situación. Es la final del Mundial de fútbol y Andrés Iniesta, marca el gol que hace campeón a España. Pero ningún compañero va a felicitarlo, ni en las siguientes semanas se habla del autor del gol. Simplemente era su obligación así que, ¿Por qué felicitarlo?

Esta situación que por supuesto a nadie le parecería normal, es la que desde nuestro papel de Educadores (padres, profesores, entrenadores…) estamos trasladando a los chicos con necesidades especiales que pasan por nuestras manos.

Tu hijo, llega a casa corriendo, gritando, cerrando de un portazo por la inercia de su ansiedad. Te aborda en el salón, donde estás navegando por internet curioseando en las redes sociales. Te sobresalta desde que ha entrado y mientras intentas entender la marabunta de palabras y expresiones sin sentido que salen de su boca, lo haces callar y le haces una severa reflexión sobre su manera de entrar en los sitios. No es la primera vez. De hecho siempre entra igual, nunca pide permiso, nunca observa primero si la persona a la que se quiere dirigir está ocupada o hablando con otra persona.

Después de esta reflexión, le haces volver a salir de casa y le pides que haga las cosas, como las personas normales y después que se vaya a su habitación a pensar sobre lo que ha pasado.

Y así una semana y otra y otra……

De repente un día aparece en el comedor y llamando a la puerta, la cual por cierto está abierta, te pide permiso para acercarse y darte un beso. Te extraña que no te has enterado de que había llegado a casa. No ha habido portazo, ni gritos, ni carreras. Después de que se lo concedas, se acerca despacio, te da un beso y se retira sin más. Tú, agradecido por esa actitud y esa tranquilidad, sigues absorto en tus quehaceres y así pasa la tarde.

Al día siguiente, nuevo portazo, nuevas carreras, interrupciones, etc. Le vuelves a interrumpir y a hacer una reflexión sobre su comportamiento. Vuelves a acompañarle fuera de casa para que entre «como las personas normales» y bueno ya sabemos lo que sigue.

Solo introduces un pequeño cambio en esta conversación. Extrañado le preguntas: si ayer fuiste capaz de hacer las cosas bien… ¿por qué hoy vuelves a lo de siempre?. Seguramente el silencio será su respuesta, pero lo más probable es que en su interior la respuesta sea muy clara. ¡¡Para una vez que hago las cosas «como las personas normales» solo recibo silencio e indiferencia!!!. Prefiero que me corrijas y me acompañes hasta la puerta de casa, prefiero aguantar 25 minutos de reproches, de desprecios,… de atención al fin y al cabo.

A lo mejor, solo a lo mejor, si me hubieses reforzado esa actitud positiva que tuve el otro día prestándome 3 minutos de tu atención, encontraría la motivación de seguir repitiéndola una y otra vez, no necesito que me des un premio material, tu reconocimiento y satisfacción son el mejor regalo y la mejor motivación para reforzarme en los comportamientos positivos. Para mí es como si hubiese marcado el gol del Mundial. He logrado algo que no podía hacer, pero resulta que lo único que he conseguido es la indiferencia de la persona a la que más quiero y admiro.

Claro que hay cosas que debemos hacer, nos guste o no, pero si somos capaces de felicitar a un niño porque ha sacado muy buenas notas OTRA VEZ, ¿Por qué cuando uno que se ha esforzado en cambiar sus actitudes e incluso a veces lo ha conseguido, solo somos capaces de decirle «es tu obligación»?

Aunque aún queda mucho camino que recorrer, da gusto saber que cada vez más profesionales de la educación y la formación, entienden que la única manera de ayudar a un niño en su lucha diaria contra sí mismo, es halagar (y si no os gusta la palabra la cambio por reforzar) esas actitudes positivas que aunque al principio van llegando con cuentagotas, cuando nos queramos dar cuenta, se habrán convertido en el motor y el centro de su personalidad.