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Dentro de este grupo de entradas sobre la educación emocional y los niños hay algo que es importante: el lenguaje está conectado a la realidad, las promesas con la acción. Promesa en su primera acepción en el diccionario RAE significa: “Expresión de la voluntad de dar a alguien o hacer por él algo”. Luego la promesa liga el lenguaje y la acción. Es tremendamente negativo para un niño, sea un hijo o sea un alumno, que una figura significativa para él no cumpla lo que le promete.

Muchas veces hacemos pequeñas promesas a los niños. Hace poco estando con un amigo que tiene una hija de 6 años, le prometió que al volver a casa la llevaría en moto. Al llegar a la casa la niña estaba pendiente de la promesa y para mi amigo la vida se había complicado y trataba de dilatar su promesa: lo hacemos mañana, no pasa nada. Pero para la niña si pasa, porque los niños no tienen otro modo de conseguir las cosas que sus figuras de referencia, si estas les fallan se encuentran impotentes y su mundo se dibuja como un mundo donde la palabra no sirve, donde la confianza se diluye.

Por todo eso es mejor que cuando le decimos algo a un niño lo cumplamos. Sintámonos verdaderamente ligados por lo que hemos dicho a los niños. Esto nos exige que cuando no vamos a poderlo cumplir, no lo prometamos y mucho menos prometamos cosas para quitarnos al niño de encima o para superar una pequeña situación. Es muy importante que nuestra palabra sea verdad y cuando decimos si, ese sí sea real. Lo mismo con el no. El niño aprende con el no que hay límites que no todo se puede conseguir. También de ese modo lo aprende en un ambiente de confianza. Aprende a confiar en su padre/madre o maestro y a conocer los límites: ni siquiera su padre puede decir a todo que si.

No quiero que se lea que hay que ser rígidos en el no. El no son los límites y estos son negociables. Si no podemos decimos que no, pero el niño debe tener la posibilidad de negociarlo, no encontrarse con un padre que es una muralla, que dice no y se acabó, debe poder insistir y el padre ver si es realmente no o puede hacer alguna concesión.

Hay siempre una distancia entre lenguaje y realidad, pero esta debe ser la menor posible, eso hará crecer en ese ambiente de confianza tan fundamental para los niños. Si estos tienen además problemas de confianza por ejemplo por abandono y es un niño adoptado, la verdad de nuestra palabra es todavía más importante porque va cimentando paso a paso la recuperación de la confianza.

La palabra crea el mundo donde los humanos viven, la solidez o fragilidad de esa palabra va a crear muchas de las posibilidades de la persona. La etapa de la formación y del crecimiento es también la etapa de la creación de la propia palabra y esta se forma en esa interacción con las figuras significativas que tienen una gran influencia.

Tener una palabra sólida posibilita el diálogo y el diálogo va a servir al niño para ir explorando la vida, para irle dando sentido. El niño es persona desde que es niño y necesita ese diálogo y la confianza de las personas que le cuidan, necesitan que se le respete respetando las cosas que se le dicen, respetando su palabra dicha por un niño. Para el padre/madre o el docente, este es el punto clave: confiar en su hijo o alumno y darle el terreno de la confianza en su palabra, construir un diálogo verdadero con él/ella.

Palabra, promesa, claves para construir una relación y claves para la relación con los niños.