Entrada escrita por Nuria Pérez Galán, profesora de Secundaria y coach Emocional por ISIE con el nº 1 de su promoción.
Esta es la segunda de las 3 entradas en las que hablaremos sobre el libro, Emociones, una guía interna, de Leslie Greenberg, que recoge los fundamentos que Antonio Esquivias utiliza en el ISIE como base para el trabajo con emociones.
Una de las mayores contribuciones de Greenberg a la Psicología ha sido su teoría de las emociones, en la cual clasifica los distintos tipos de emociones.
Él considera las seis emociones básicas (miedo, enfado, tristeza, asco, sorpresa y alegría), pero las clasifica en primarias, secundarias e instrumentales. A su vez, las emociones primarias pueden ser adaptativas o desadaptativas. Cualquiera de las seis emociones básicas puede actuar como primaria, secundaria o instrumental según al caso. Lo cual quiere decir que es igualmente importante distinguir qué emoción básica está operando, pero también cómo lo está haciendo.
Emociones primarias
Son emociones que conectan directamente con nuestras necesidades. Las más arraigadas en nosotros y que sentimos más en las tripas. Pero no siempre estas emociones nos informan adecuadamente. Esas emociones primarias pueden ser adaptativas o desadaptativas. Las adaptativas responden a una situación actual y nos empujan a actuar en consecuencia para cubrir la necesidad que está debajo. Una vez que hemos afrontado la situación o que ésta desaparece, la emoción se desvanece. Las desadaptivas sin embargo, aunque se activan con una situación presente, responden a algo pasado, huelen a viejo. Son emociones conocidas para nosotros, viejos compañeros de viaje y se basan en un aprendizaje previo. Es importante distinguir cuando una emoción primaria es adaptativa o desadaptiva, ya que en el primer caso debemos utilizarla como guía de acción, pero en el segundo sería necesario hacer un proceso para sustituirlas por emociones más saludables.
Tristeza primaria
Cuando es saludable se produce como consecuencia de una pérdida o ante algo que termina. Se puede experimentar en distintos grados. Desde la tristeza pasajera ante una renuncia o la rendición en un conflicto, a la tristeza más profunda por la pérdida de un ser querido o el fin de una relación. La señal para uno mismo y para los demás de que algo es triste es el llanto. Llorar es sano ya que permite expresar los que estás sintiendo por dentro y fomenta la intimidad.
Sin embargo, la tristeza primaria no saludable se produce normalmente cuando una situación presente evoca una profunda sensación de desamparo e impotencia vividas en una situación del pasado. En la base de este tipo de tristeza puede estar una pérdida sin resolver, una herida que quedó abierta en el pasado y que en ocasiones puede estar rodeada de culpa.
Enfado primario
Está provocado por una ofensa hacia uno mismo o hacia los seres queridos. El enfado ayuda a proteger tus límites. Pero no se debe confundir el enfado con la agresividad. Sentirse enfadado no implica comportarse con agresividad. Tampoco ha de confundirse la amabilidad con no enfadarse nunca. Ser amable ayuda a aceptar el enfado como una emoción inherente al ser humano. Eso sí, resulta imposible ser amable cuando hay sentimientos de enfado no resueltos dentro de nosotros, pues éste termina estallando de forma incontrolable en el momento más insospechado. Y para que esto no ocurra, lo mejor es hablar de nuestro enfado con otras personas, con una intención meramente informativa y sin agresividad. Sólo cuando nuestros límites se ven sobrepasados o para evitar ser atacados está justificada la exteriorización del enfado.
Un enfado es desadaptativo cuando ya no sirve para protegerte del daño. Es muy destructivo con las relaciones, pues en el momento parece que el enfado está justificado y pierdes de vista todas las cosas buenas de la otra persona. Pasada la explosión puedes sentirte mal con respecto a este enfado e incluso se pueden generar sentimientos de culpa.
Miedo y ansiedad primarios saludables
El miedo es una emoción muy desagradable orientada a la supervivencia. El miedo nos insta a huir frente a una amenaza. Una vez que ha pasado el peligro, el miedo desaparece. La ansiedad sin embargo, es una emoción generada ante una amenaza invisible, pero percibida por nuestra mente. Normalmente tiene que ver con la anticipación ante algo que va a pasar.
El miedo es desadaptativo cuando se desencadena ante una situación que no es peligrosa realmente, pero que tiene que ver con algo que sí lo fue en el pasado. La ansiedad no saludable tiene más que ver con un sentimiento de ser ineficaz y de estar desprotegido.
Vergüenza primaria saludable
La vergüenza tiene que ver con nuestro valor como personas. Sentimos vergüenza cuando se produce una violación implícita o explícita de nuestras creencias y valores personales. Esto nos da una información muy importante sobre lo que consideramos un comportamiento social aceptable. Información que podemos elegir como guía para nuestra conducta. De forma que la vergüenza puede ser adaptativa, ya que a la vez que protege nuestra intimidad, también nos mantiene conectados con la comunidad.
Emociones secundarias
Son emociones que esconden nuestras verdaderas emociones y que tienen que ver con la imagen que tenemos de nosotros mismos. Así, alguien que cree que no está bien enfadarse estará triste cuando alguien le ha ofendido. O alguien que cree que es de cobardes llorar, tapará la emoción de tristeza con enfado. Estas emociones pueden ser peligrosas, ya que no conectan con nuestras verdaderas necesidades y aunque pueden servir de vía de acceso para llegar a las primarias, debemos reconocerlas para destapar lo que hay por debajo de ellas. Y para eso hace falta tiempo y espacio.
La tristeza como emoción secundaria
Debajo de este tipo de tristeza suele haber un enfado. El sentimiento surge al sentir que ese enfado no será escuchado, que no es válido o que no tendrá ninguna influencia. Las personas que tienen estos sentimientos reaccionan frente al enfado con una actitud de víctima y lo escoden bajo el dolor y la tristeza.
También puede aparecer cuando empiezas a criticarte o a pensar en término de “deberías”. Una parte de nosotros critica a otra que no ha cumplido con las expectativas. Esta auto crítica no hace más que empeorar la situación y hacernos más complicado saber exactamente por qué estamos enfadados.
El enfado como emoción secundaria
La mayor parte de los enfados secundarios esconden una emoción de tristeza o impotencia.
También se puede utilizar para bloquear el estrés y el dolor que viene de otros sentimientos. Sentirse enfadado aparta de la conciencia otros sentimientos como el miedo y el dolor, que para nosotros pueden ser más desagradables.
De igual forma, el enfado borra de forma momentánea la culpa y los sentimientos de no ser valiosos. En vez de sentirte culpable o poco valioso puedes culpar o criticar a otra persona.
Este tipo de enfado suele estar relacionado con una baja autoestima o para encubrirla. Puede estar también relacionado con amenazas a una percepción de uno mismo de fragilidad y desamparo.
Otro tipo de enfado secundario muy común es el que se produce cuando nos enfadamos con nosotros mismos por algo que hicimos mal o por un sentimiento que percibimos como inadecuado. Esto desencadena sentimientos de vergüenza, fracaso, culpa o depresión y te pueden hacer sentir enfado contigo mismo por estar deprimido, sentirte necesitado o asustado.
El miedo y la ansiedad como como emociones secundarias
El miedo o la ansiedad secundarias surgen cuando piensas que tus verdaderos sentimientos centrales pueden dañar tus relaciones, de forma que tratas de evitar sentirlos. Por ejemplo, sientes miedo por decirle a un compañero que crees que no está haciendo bien las cosas, cuando en realidad estás enfadado con él, pero temes que si se lo dices la relación vaya a deteriorarse.
Emociones instrumentales
Son emociones que utilizamos para conseguir un fin de forma más o menos consciente. Hay una intencionalidad en ellas. En realidad hemos aprendido que expresando esas emociones los demás reaccionarán como nosotros queremos que lo hagan. Cuando esta expresión es consciente puede tener que ver con el rol social que queremos jugar en un ambiente determinado. Así expresamos unas emociones u otras dependiendo de cómo queremos que los demás nos vean. Sin embargo, cuando es inconsciente, puede suponer un problema, ya que nos impiden expresar lo que realmente necesitamos y los demás pueden llegar a sentirse manipulados.
Lo que Greenberg deja claro, es que sea del tipo que sea la emoción, debajo de ella siempre hay necesidades. Presentes si son emociones primarias adaptativas, pasadas si son primarias desadaptativas, ocultas bajo las emociones secundarias o de conseguir algo si son instrumentales. Así que, ¿cómo podemos hacer para saber qué necesidades esconden nuestras emociones y para transformarlas en caso de que no nos estén dando una información útil? Para eso, Greenberg propone el Proceso Emocional Básico. Pero esto lo dejaremos para una próxima entrada.
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