Hoy día 22 de diciembre se celebra en España el sorteo de lotería de Navidad y durante toda la mañana radio y televisión transmiten el canturreo de los números premiados. Venía en el coche y he oído hablar a un “experto” sobre la felicidad. Reaccionaba a lo que la presentadora había dicho, recogiendo un sentir de la calle, que muchas personas querrían, si les toca el premio, llenar los agujeros, pagar la hipoteca.

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Para el “experto”, muy drásticamente eso no es la felicidad. La felicidad no es quitar las angustias que supone tener esos “agujeros” en la economía, la felicidad es poder realizar los sueños, y los sueños no son agujeros. Un discurso muy racional y lógico. A mi lo que me ha hecho reaccionar es el dogmatismo sobre la felicidad, o mejor sobre algo tan personal como la idea que se tiene de qué es la felicidad.

Para hablar de que es la felicidad hay que comenzar con: “para mí la felicidad es…”, donde el acento va en “para mí” ya que la felicidad tiene mucho con ver con la propia experiencia de la vida, con aquellos que pensamos va a dar una respuesta positiva del sistema emocional. Para una persona puede ser lo extraordinario, lo que me hace salir de la vida que llevo, tal como el “experto decía”, como puede ser disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, de ir a comprar croissants recién hechos para el desayuno, pasear con la persona a la que amamos, la sonrisa de tu hija por la mañana. Yo me apunto a esta segunda idea. Seguro que hay muchas más, tantas como personas, tan diferentes como diferentes somos. Porque la felicidad conecta no con la generalización y el mundo de la razón, sino con el mundo de nuestra sensibilidad, de nuestra capacidad de disfrutar, con nuestras ilusiones, con nuestras expectativas, en resumen con lo que somos, con eso que hace a cada uno único y diferente.

La felicidad detrás de un premio de lotería, es lo que cada persona imagina de las posibilidades que da el dinero, que es el icono universal de todos los medios. Sería responder a la pregunta: ¿qué hacer con medios ilimitados? Esa es la ilusión que consigue crear la lotería. Ilusión en sus dos sentidos, el positivo de creación de expectativas y por tanto de abrir mundos, e ilusión en el sentido de iluso, de quien se cree algo irracional.

Esto lo defendía otro “experto”, nada más irracional que la lotería, porque la ley de los números está totalmente en contra nuestra y da demasiado espacio a la esperanza. Y sin embargo esta lógica tan racional no impide que millones de personas compren la lotería, demostrando de nuevo que nos movemos en el terreno emocional, pero en un terreno emocional peligroso porque está desconectado de los datos. Los estudios sobre qué sucede con las personas que ganan la lotería indican año tras año que no resulta fácil asimilar ese cambio tan radical de los medios a disposición y el resultado más normal es que los ganadores dilapiden el dinero ganado y en un par de años se encuentren en una situación peor a la de partida. Y este dato, también conocido tampoco impide que de nuevo cada año millones jueguen a la lotería.

Pero si nos dan una indicación, nuestra felicidad no puede desconectar de nuestra situación real, de nuestro mundo, de quien somos por nuestra experiencia. Desconectar sin más con nuestras raíces personales es siempre con gran riesgo.

Aunque quizá esto lo digo yo porque mi felicidad se apega conseguir pequeños placeres y gozos y son resistente a ensoñaciones, y hay otras personas que piensan exactamente lo contrario, que lo que necesitan es desconectar de una realidad que se les ha hecho insufrible.

Dejemos que cada uno busque la felicidad donde le parezca…