Resumen: ¿Por qué el adorno? ¿Qué lleva al hombre a adornar el entorno en el que vive y a adornarse a sí mismo? El adorno está indisolublemente ligado al ambiente humano. El enfoque utilitario califica al adorno como algo superfluo y una pérdida de tiempo. El adorno se dirige hacia la belleza. Esta belleza está en relación con la persona, con su vida, con sus actividades, el sitio dónde vive, los utensilios que usa… El adorno es por tanto personalización.
El hecho de cruzarme el otro día por la calle con una mujer que se iba ajustando el collar que llevaba me planteó un interrogante sobre un hecho tan corriente que quizás nos pasa desapercibido: ¿por qué el adorno? ¿qué lleva al hombre a adornar el entorno en el que vive y a adornarse a sí mismo? No es este un hecho superfluo, hay que constatar que es un hecho insuprimible: todas, no algunas, todas las cosas de que se rodea el hombre, todo aquello sobre lo que pone su mano, de un modo u otro reciben ese toque que las adorna: es decir el adorno está indisolublemente ligado al ambiente humano: hasta el más pequeño tirador de una mesa, o utensilio tiene un aspecto de diseño, algún modo de adorno. Hasta cuando el adorno es mal visto, como algo simplemente no práctico, se puede decir que se impone un estilo de adorno, que es sin adorno: funcional.
Esto ya nos dice algo: existe lo funcional, es decir lo que está en relación con la función que cumple el utensilio. La función es la utilidad, aquello que confiere a la cosa su característica de medio o instrumento y que hace precisamente que el hombre lo incorpore a su entorno. Y también existe el adorno, que no está en relación directa con la función, sino con la belleza. Por esto el adorno se dirige en directo a las personas que van a utilizar el utensilio, para hacérselo agradable, atrayente. Lo funcional y el adorno serían dos dimensiones inseparables de los objetos humanos.
Hay un posicionarse de la cultura en relación al adorno. Existe la hipertrofia de la eficacia, que es un rasgo de la modernidad: valorar solo lo pragmático, lo útil. Este rasgo aprecia la función y desprecia el adorno. Este enfoque utilitario califica al adorno como algo superfluo y una pérdida de tiempo. La cultura adquiere entonces un matiz inhumano, basta pensar en esos edificios standard, todos iguales, totalmente pensados para su función, pero por eso mismo difícilmente habitables. Irremediablemente se decolora lo humano.
Hemos visto que la función se dirige hacia lo útil… ¿hacia dónde se dirige el adorno? La respuesta no es difícil: hacia la belleza, hacia lo bonito. El adorno es un excederse, una sobreabundancia de la forma. Algo es tan bonito que necesita ser destacado para que nuestra atención recaiga más directamente sobre él. La belleza es un aspecto inteligible, es decir, algo que la persona descubre en las cosas. Y ese algo es captado, no solamente por la razón, digamos, desnuda, sino por toda la capacidad de comprender el mundo y las cosas que posee la persona, por la razón más los afectos, más lo que llamamos el gusto, que es la experiencia del mundo que la persona lleva consigo, experiencia que se ha formado a través de los sentidos. Toda la sensibilidad personal entra en juego.
El adorno tiene que ver con la belleza, pero no con la belleza en modo absoluto, o, por así decir, vista en sí misma, sino con la belleza puesta en relación con las cosas de cada día, con la belleza de la vida cotidiana. Esta belleza está en relación con la persona, con su vida, con sus actividades, el sitio dónde vive, los utensilios que usa… El adorno es por tanto personalización. Acerca los utensilios a las personas concretas. Por ello el modo cómo decoramos nuestra casa dice tanto de nosotros mismos. Personalizar y adorno van de la mano. Por lo tanto, el adorno nos identifica, es algo personal nuestro, es parte de nuestro lenguaje más personal.
El adorno cumple una misión que puede parecer más pequeña, pero que a mí me parece colosal: unifica arte (lo personal) y ciencia (la función) al servicio de la vida cotidiana, pone en nuestra vida la belleza junto a la función; humaniza los descubrimientos del hombre y los mete en su vida cotidiana. Por esto el adorno construye lo que llamamos hogar, los lugares que nos gustan, nuestro ambiente personal. Sin adorno no hay hogar, un lugar que podamos llamar nuestro.
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