Albert Bettanier, La mancha negra (1887)

Albert Bettanier, La mancha negra (1887)

Con esta entrada contesto a una de Gregorio Luri que tiene la misma imagen que esta, me he tomado la libertad de reproducirla. Primero he de decir que la entrada de Luri me ha parecido lúcida e interesante, y también nostálgica de un mundo que ya no existe. Quizá por ello negativa sobre las posibilidades de la Educación actual, que Luri encuentra peligrosamente psicologizada en contraste con esa escuela de la que venimos.

La escuela de finales del XIX es una escuela al servicio del patriotismo. «La escuela republicana francesa, por ejemplo, estaba para formar o moldear, si se quiere, ciudadanos franceses». Desde esta finalidad, los medios resultan claros y sencillos: «conocer las producciones artísticas de la patria, sus grandes hombres, disponer de un canon de autores literarios de referencia, etc.». En el período final del siglo XIX con la omnipresente y omnipotente presencia del Estado-Nación las cosas para la Escuela resultan claras y sencillas. Efectivamente se trata de “moldear”, tal como dice Luri, las personas para que se conviertan en ciudadanos al servicio de la república.

El desemboque de esta línea cultural, que afecta a todo el mundo Occidental, termina en el siglo XX en dos guerras mundiales con millones de muertos y la deshumanización más fuerte que se haya producido en la historia. Las personas no pueden ser reducidas a ciudadanos por mucho que esto resulte claro y sencillo para los ciudadanos y para el Estado. No me voy a detener más en esto. Solo diré que la imagen del cuadro con los niños clasificados con medallas, aprendiendo que deben recuperar Alsacia y Lorena, esa es la mancha negra, algo que solo será con la guerra, me produce una tristeza inmensa al pensar en tantas vidas truncadas al servicio de ideales extrínsecos: el patriotismo, el Estado, la república.

Y así podemos entender que el gran problema de esa educación que añora Luri, es precisamente que «moldea», y lo hace porque inculca valores extrínsecos a las personas, en los que estas no tienen la posibilidad de elección y sencillamente por eso van a ser tan profundamente deshumanizadores: los valores deben ser descubiertos por cada persona, sin eso no existiría la libertad, como de hecho no ha existido cuando los valores, cualesquiera que sean, se han impuesto.

La Escuela actual se enfrenta efectivamente a un mundo mucho más complejo que el del final del XIX, ya no podemos recurrir a esos valores republicanos y patrióticos, ya no existen esos Estados nacionales que podían restringir el mundo al interior de sus fronteras y a sus influencias coloniales externas, existe un mundo global, multicultural, donde todo se ha mezclado. Ya la escuela no puede explicar tan sencillamente que Alsacia es francesa, porque los dos conceptos ya no existen de forma clara y definida.

Si le sumamos a eso los infinitos cambios del mundo profesional, a la presencia de Internet, a la falta de seguridades de futuros estables. Es verdad que la Escuela actual puede estar dando tumbos buscando responder a tantas exigencias y que eso lo está haciendo con los añicos heredados de esa escuela republicana, pero es una búsqueda de un mundo nuevo donde no se puede partir de certidumbres, donde lo que realmente podemos hacer es respetar a las personas y fomentar su libertad, comenzando precisamente por ese respeto a los valores que quieran escoger, que no van a ser lo nuestros.

Efectivamente el camino de la Escuela es respetar a la persona y confiar en ella, confiar en que los hombres y mujeres van a ser capaces de encontrar el camino y no dárselo hecho. Y eso solo se puede hacer acercándonos a lo que es la persona. Este trabajo de comprender a la persona ha sido el recorrido por la psicología precisamente en el tiempo histórico que va des de la fecha del cuadro del post de Luri, 1887, cuando comienza el trabajo de Freud, hasta el día de hoy. Se ha avanzado mucho, y efectivamente ha llegado el momento en que la Escuela no pueda seguir estando al margen de ese progreso, mucho más porque tiene en sus aulas a la persona en su momento de formación, en el momento de un desarrollo que va a marcar toda su vida.