Resumen: Cada nivel integra los anteriores. Mucho más que lo que pensamos somos lo que sentimos, nuestras emociones y sentimientos. Escucha activa precisa una actitud de aceptación de la persona. Es escucha sin juicio. Estamos muy poco preparados para hacernos cargo de los sentimientos ajenos. Como personas somos esencialmente relación y comunicación hay un miedo a los sentimientos. Los sentimientos tienen una dimensión esencial de comunicación, tanto que o se verbalizan o se somatizan.
Para comenzar aclaro que cada nivel integra los anteriores, no se entra en este cuarto nivel directamente, sino que se precisa pasar por los anteriores: saludar, hablar de cosas que opinan, y hablar de lo que opinamos. Y normalmente en una conversación los diversos niveles se van mezclando. En esta entrada me gustaría poner de relieve la importancia de estar atento a cuando aparece este cuarto nivel, porque es muy importante ya que indica como nos sentimos con respecto a algo, nuestra sensibilidad, lo que nos ha emocionado, agradado o disgustado
En fin aparece la persona misma. Porque mucho más que lo que pensamos, de nuestras opiniones (3º nivel) somos lo que sentimos, nuestras emociones y sentimientos. Esta es una clave de la comunicación: si quieres saber quien es una persona, no como piensa, tienes que centrarte en escuchar sus emociones y sentimientos.
Esta escucha de la que hablo, que se llama habitualmente escucha activa, consiste en escuchar el cuarto nivel de comunicación y precisa una actitud de aceptación de la persona. Es escucha sin juicio. ¡Qué difícil es esto! Estamos fuertemente educados a escuchar opiniones, a rebatirlas y exponer la nuestra, a dar consejos sobre como vemos las cosas, a decirle a los demás lo que, en nuestra opinión (3º nivel), deben hacer, y estamos muy poco habituados a escuchar y poner atención a sus sentimientos, tanto que incluso muchas veces cuando se expresan pasamos a otra cosa o le decimos que no es importante, que no se preocupe o que no llore o que no se enfade.
Y eso es algo bastante tonto, porque si estamos preocupados o necesitamos llorar o nos hemos enfadado, pues eso es lo que sentimos y no podemos negarlo, y lo que necesitamos es que alguien lo reciba, por eso lo expresamos, y si la respuesta es “no te preocupes” o “no te enfades”, la conclusión que sacamos es que “este no quiere oír lo que me preocupa”.
Y es que, y esto es muy importante, estamos muy poco preparados para hacernos cargo de los sentimientos ajenos y los rehuimos. En la relación y conversación social hay mil modos de hacerlo, que están fuertemente aceptados. Esto tiene una lógica: los sentimientos, las emociones son nuestra intimidad, revelan quien somos, tal como hemos dicho, y no nos gusta ir por la vida abiertos en canal, nos gusta una cierta protección. La formación de la intimidad, de la propia personalidad, necesita también la formación de esa cierta protección.
Pero también es que hay un miedo a los sentimientos, a mostrarlos muy grande. Hay que aceptarlo, tenemos miedo a los sentimientos y lo enviamos a la esfera personal, o mejor individual: son asuntos tuyos, y les decimos que es un impudor notable sacarlos.
Sin embargo las personas somos esencialmente relación y comunicación y si eso es verdad, entonces es especialmente verdad con respecto a los sentimientos, que son el centro de la persona. Los sentimientos tienen una dimensión esencial de comunicación, tanto que o se verbalizan o se somatizan. O los comunicamos o se nos atascan en el cuerpo que los ha generado. Esto es una realidad que podemos comprobar todos los días, en nosotros y en los demás.
Quería hablar de cómo se localiza este cuarto nivel en una conversación, pero se me ha ido toda la entrada en la introducción, pero me parece importante lo dicho y así lo dejo, prometiendo una segunda entrada sobre el tema.
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