Resumen: Existe un gran interés por parte de los profesor@s de Educación Infantil en la Educación Emocional.Se trata deuna etapa que se encuentra en plena evolución. Pero cuandotermina la etapa infantil:«Termina el juego y ahora nos vamos a poner a lo serio». Letras y números se convierten en parte de un calvario que muchos niños soportan. Creo en una revolución del sistema educativo.La educación emocional dispone de un arsenal de herramientas para ese cambio

 

Estos días de noviembre, todo el equipo ISIE está recorriendo España en una serie de encuentros de formación organizados por Oxford University Press. Se trata de un bloque formativo integrado por una parte de Habilidades del Pensamiento y otro por Educación Emocional, que es nuestra parte. La formación continuará con un curso on-line de 15 horas para cada una de las dos partes. Ya he hablado en otra entrada, pero querría añadir unas ideas que me han ido surgiendo.

La respuesta a esta propuesta formativa ha sido increíble y los grupos que estaban previstos para 100 personas, están llegando a 250 y 300.

En la parte que me corresponde constato un gran interés por parte de los profesor@s en la Educación Emocional y las herramientas que proporciona, comunicación no verbal, regulación de emociones, autoconocimiento emocional.

Compruebo de nuevo que en Educación Infantil se utilizan muchas herramientas, de modo que en esa etapa los niños juegan, se mueven en clase, hacen dinámicas, actividades, utilizando todos los sentidos y todas las posibilidades de desarrollo y creatividad. Se cuida la curiosidad y la experimentación que hace del niño.

Se trata de una etapa que se encuentra en plena evolución, con mucha innovación por parte del profesorado. De tal modo que la idea de «guardería» ha pasado al baúl de los recuerdos y las estructuras se han transformado en Escuelas Infantiles o etapas de infantil de los colegios, abiertas a la novedad y a todo lo que pueda servir para fomentar el aprendizaje de los niños.

Mi preocupación es que todo este esfuerzo de renovación, todos esos niños, que juegan y participan en clase, terminan  su etapa infantil y de pronto se enfrentan a un plan mucho más rígido, apoyado en dos troncales, lectoescritura y números, en la lengua y las matemáticas. Troncales que ya van a acompañar al alumno hasta el final de sus días en el colegio.

«Termina el juego y ahora nos vamos a poner a lo serio», es la instrucción que el sistema educativo da a los alumnos. Estos sufren verdaderos traumas y les cuesta ajustarse a un modo de aprendizaje tan rígido. Los niños viven la cultura de hoy día, centrada en la imagen y en interactuar a través los TIC, todos los aparatos que la tecnología pone a su alcance, y que a sus 6 años ya dominan en una medida muy amplia. Su formación hasta ese momento ha sido muy abierta y creativa, respetuosa y potenciadora de sus capacidades. Letras y números se convierten en parte de un calvario que muchos niños soportan.

Yo no tengo una solución global a esto, y no creo en una nueva reforma del sistema educativo, porque este ya ha sufrido demasiadas reformas. Creo en una revolución del sistema educativo, revolución que comienza por los profesores que introducen modos nuevos de relación con el alumno, que entienden que su rol ha cambiado. Es una revolución que cambia las personas, que se dirige a la formación integral de los alumnos y no solo a la académica. Soy consciente de que se necesitarán cambios legislativos en un sistema educativo en el que se controla todo, pero esos cambios deberán ir en la línea de un menor control, de una actitud de mayor confianza en este profesorado que se mueve por el cambio y la innovación.

La educación emocional dispone de un arsenal de herramientas para ese cambio. Necesita de personas que quieran adquirirlas y aplicarlas, que quieran cambiar los modos de actuación, que quieran cambiar la relación con los alumnos, que confíen de verdad en las capacidades de aprendizaje de cada alumno, que generen aprendizaje significativo, que se propongan cada curso como objetivo el bienestar de sus alumnos.

Estas jornadas de formación para los profesor@s de infantil me han dado nuevas esperanzas para ella. Este es el camino del cambio.