Si se me preguntara cuál es la característica que distingue una escuela en la que se ha implementado la educación emocional, diría que sería fácil darse cuenta porque la escuela se ha convertido en la escuela de la escucha. Los profesores escuchan a sus alumnos, han aprendido a escucharles y detrás de esa escucha, el alumno adquiere el protagonismo en su aprendizaje y el profesor a respetar el recorrido singular de la educación en cada persona.
La escucha es una habilidad que se aprende ya que normalmente hablamos desde nuestro propio mundo mental, desde nuestras ideas y dentro del marco que dibujan nuestros sentimientos y nuestra experiencia.
La escucha la Educación Emocional no es cualquier escucha, es una escucha acompañada de empatía y que, por tanto, es capaz de entrar en el mundo del otro, en sus sentimientos y forma de entender y ver el mundo. Emociones y sentimientos facilitan los elementos clave de lo que somos y de cómo nos relacionamos con los demás. Además proporcionan la motivación, que es el impulso del alumno en su progreso a través del sistema educativo, y en general en su vida.
Se puede escuchar y no ser empático, es decir no aceptar los sentimientos y emociones del alumno, saber que nos dice, incluso «saber» qué sentimientos ha expresado, pero no haber acogido esos sentimientos, no querer recibirlos.
Cuando se empieza a escuchar a una persona de ese modo al principio es como haber caído en medio de un bosque desconocido, no se ven horizontes, se ven solo árboles a muy poca distancia. Cada persona es diferente y por ello su mundo, su bosque es diferente. Es necesario paciencia y confianza para ir poco a poco hallando los senderos, descubriendo la lógica y la maravilla del bosque, la vida que habita en él, el mundo nuevo que nos descubre.
El punto central de este tipo de escucha es que no podemos llevar referencias propias, por eso tenemos que acudir a la validación que nos da la persona. No hemos entendido algo a no ser que la persona, el alumno, nos confirme que le hemos entendido. No hay buena escucha si quien habla no se siente entendido.
Por poner un ejemplo, un maestro escucha a un alumno y percibe que está enojado (me refiero a una situación de aula) y si lo que le responde es «tranquilo, no te preocupes», no está aceptando su sentimiento. Me atrevo a decir que lo que le sucede al maestro es que el enojo o la rabia del alumno le parece peligroso y por ello intenta acallarlo. Este sería un ejemplo de escucha sin empatía. En la educación emocional las emociones son la guía. El enfado del alumno es un modo de conectar con sus necesidades y eso el maestro debe escucharlo.
En una situación como la descrita el maestro suele pensar que no tiene tiempo para atender a ese enojo, que tiene muchos más alumnos a los que atender, aparte de ese que se ha enojado. Sin embargo, si la educación emocional se implanta, el profesor recupera su disponibilidad de tiempo precisamente en la responsabilidad que el alumno va tomando en su propio proceso de aprendizaje, en su proceso madurativo como persona que en la escuela tiene su centro en su aprendizaje. Se trata sencillamente de dos sistemas diferentes, en realidad de dos maneras de relacionarse diferentes.
Este es el giro radical que debe dar la escuela, ya no estamos en la escuela del conocimiento, estamos en una escuela de personas y estas deben encontrar su propio camino hacia el conocimiento, la orientación clave del profesor es convertirse en guía, en entrenador, en coach de sus alumnos. Escucharles es la herramienta fundamental para partir de la realidad, del mundo de cada alumno. Si actúa así, el alumno se irá progresivamente haciéndose responsable de su propio aprendizaje. El maestro le habrá puesto las condiciones para hacerlo. Esta es la llave que tiene el maestro en su mano. La educación emocional es una educación en y para la libertad.
La implantación en el sistema educativo comienza con la capacitación emocional del profesor. El profesor o maestro es el centro de la implementación de la educación emocional. Esta le capacita para gestionar las relaciones y las emociones personales. La relación docente-alumno es el perno de toda la educación. La educación emocional se ocupa de esa relación y la primera y fundamental herramienta es la escucha.
Las competencias emocionales deben pasar a formar parte de modo ineludible del currículo del profesor, como elementos imprescindibles de su labor docente. Este es el primer paso para introducir la educación emocional en la escuela. Y la primera de las habilidades necesarias al docente para poder hacerlo es la escucha.
Este artículo me recuerda una frae de Flaubert :» Hay personas cuya única misión entre los demás es servir de mediadores. Se pasa a través de ellos, como si fueran puentes y se sigue caminando.»
Creo que todo buen educador debería tener la escucha en su manual del buen profesor. El día a día a veces es duro y se nos olvida, pero no se nos puede olvidar.
Gracias, Antonio. Sus artículos son muy interesantes y nos hacer volver a lo importante en la escuela.