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Seguro que todos nos hemos quejado y además múltiples veces por el déficit de atención que representan los móviles. Con mucha frecuencia nos parece que la persona enganchada a un celular se ido a otro mundo, incluso que viven en otro mundo distante. Estamos inmersos en la generación distraída, como la llama Tim Elmore. Hemos aceptado que muchas veces las personas ya no están con nosotros, están muy lejos con sus teléfonos. Tanto es así que muchos colegios prohíben los móviles en las situaciones de clase, incluso dentro del recinto escolar.

En ese caso lo que buscamos es la presencia de los alumnos, que estén presentes en clase. Somos conscientes que eliminar atención es eliminar presencia y sin presencia lo que sucede en clase no impacta en el alumno, literalmente vive otro mundo, no el del aula.

He hablado ampliamente sobre la presencia siguiendo a Martin Buber y la idea de las relaciones Yo-Ello: las relaciones sin presencia son relaciones no comprometidas y sin compromiso con una fuerte carencia de relación humana.

Estos razonamientos llevan a invertir la pregunta. Ya que estamos en una relación con nuestros alumnos, la pregunta es: ¿estamos realmente presentes para nuestros alumnos? En que estemos o no presentes se juega todo el fruto positivo de esa relación.

Y… ¿Cómo podemos estar presentes en una relación con alumnos? En El decálogo de la Buena Escucha indicaba unas normas prácticas que me parecen realmente interesantes. Voy a destacar ahora las que inciden en tu presencia en cada conversación.

  1. Cuando se inicia una conversación, deja todo lo demás que estés haciendo.
  2. Pon toda tu atención en el alumno. Mírale a los ojos y sonríe.
  3. Si el tema es profundo y tienes tiempo, silencia el teléfono.
  4. Ofrece señales no verbales que entiendes y empatizas con él/ella.
  5. Pregunta lo necesario para entender mejor, siempre dentro del marco del alumno y su conversación, no desde tu perspectiva.
  6. Evita los pre-juicios, es decir las ideas previas que puedas tener sobre ese alumn@.
  7. Evita también que tu propio sentimiento de preocupación interfiera en la escucha.
  8. Recoge y luego valida sus emociones. Las emociones y sentimientos son siempre aceptables.
  9. Haz que cuando termine la conversación el alumno se vaya sintiéndose valorado como persona.

Si aumentas tu presencia aumentaras en mucho tu eficacia. No hace falta mucho tiempo, lo que si hace falta es que cada conversación con un alumno sea de calidad.