Resumen: Escuchar es querer comprender el mundo de la otra persona. Necesita que nos centremos en el otro y acallemos nuestras voces internas. Escuchar significa respetar y confiar en el otro y en sus capacidades.

¿Qué es la escucha activa? Escuchar significa mucho más que oír. Significa poner atención 20144603_spara oír. Significa, sobre todo, querer comprender, teniendo en cuenta que hay un mundo más grande detrás de las palabras, y tomar estas según el significado que tienen para las personas que las pronuncian. Escuchar es querer comprender el mundo de la otra persona, el marco donde se expresa.

Por tanto para quien quiere de verdad escuchar, escuchar es centrarse en el otro. Esto supone hacer callar el conjunto de voces que murmuran dentro de nosotros, es buscar hacer el silencio dentro de nosotros. Si tenemos mucho ruido interno, estamos agitados emocionalmente o nerviosos, o con prisa, o queremos resolver rápidamente, no vamos a ser capaces de escuchar. Si lo que alguien nos dice conecta con algo nuestro, naturalmente vamos a ir a nuestro recuerdo, y al final nuestra experiencia es diferente de la de quien está hablando con nosotros, y no se sentirá escuchado, porque estamos en nuestro mundo y no en el suyo.

Desde hace tiempo utilizo un texto para explicar qué significa escuchar, eso que se denomina escucha activa. Quiero traerlo aquí porque además de escucha activa deja en evidencia cuál es el tipo de relación que requiere la educación emocional. Uno efectos más evidentes de la educación emocional es precisamente cambiar el tipo de relación que se establece entre profesor y alumno, esto se trasluce en el texto de un modo bastante evidente. Es decir el texto habla de escucha activa en directo, pero detrás de esta y necesario para realmente escuchar está el respeto por la otra persona, la confianza en que es capaz y responsable de su vida, etc., actitudes todas necesarias para poder realizar eso que se denomina educación emocional.

Este es el texto:

15893277_s«Cuando te pido que me escuches y tu empiezas a darme consejos, no has hecho lo que te he pedido. Cuando te pido que me escuches, y tú empiezas a decirme por qué no tendría que sentirme así, no respetas mis sentimientos. Cuando te pido que me escuches, y tú sientes el deber de hacer algo para resolver mi problema, no respondes a mis necesidades. ¡Escúchame! Todo lo que te pido es que me escuches, no que hables ni que hagas. Solo que me escuches. Aconsejar es fácil. Pero yo no soy un incapaz. Quizá esté desanimado o en dificultad, pero yo no soy un inútil. Cuando tú haces por mí lo que yo mismo podría hacer y no necesito, no haces más que contribuir a mi inseguridad. Pero cuando aceptas, simplemente, que lo que siento me pertenece, aunque sea irracional, entonces no tengo que intentar hacértelo entender, sino empezar a descubrir lo que hay dentro de mí». (O’Donnell, R., La escucha, en Pangrazzi, A [ed], El mosaico de la misericordia, Sal Terrae, Santander, 1989, p. 43).