Resumen: el enfado construye un parapeto hecho de miedo, desigualdad, energía y concentración en el obstáculo. Todo ello aísla al enfadado. Los demás sienten miedo y se alejan. La gestión del enfado tiene una primera fase de drenaje de la energía, pero no se puede detener en esto sino llegar a un compromiso de acción que satisfaga la necesidad de quien está enfadado.
En esta entrada me refiero al enfado como emoción básica, es decir sirve también para las emociones de la familia del enfado: rabia, indignación, cabreo, ira,
En mi experiencia he encontrado que el enfado genera miedo y ese miedo al enfado es a la postre su mejor defensa. Las personas que se refugian detrás del enfado, es decir aquellas en las que el enfado es una emoción instrumental, la que dibuja su perfil emocional, consiguen que los demás les tengan miedo y que, por ejemplo, no pidan aquello que de otro modo le pedirían. Es decir un perfil de enfado construye con los miedos que provoca un parapeto detrás del que la persona se refugia.
Ya hemos comentado que el enfado es una emoción que no permite relaciones de igualdad. El enfado sitúa a la persona como dueño de su terreno, de aquello que considera suyo. El sujeto con el que se relaciona la persona enfadada solo puede aceptar (o no, aunque en la intención del enfadado es que acepte) lo que el enfadado le plantea. Es decir el entramado de relaciones dibujado por el enfado es de desigualdad. Esto hace también que quien está enfadado se encuentre solo. La única manera de que dos personas se admitan mutuamente es estableciendo relaciones de igualdad, pero esto es precisamente lo que el enfado impide.
Se comprende ahora que el enfadado construye un parapeto. Por un lado genera miedo en los demás y por otro no permite relaciones de igualdad. En la percepción de los demás, aparentemente el enfadado está «contento» en su posición aislada y con malas relaciones. Este parapeto hace que los demás le dejen solo tarde o temprano, es decir, los demás se cansan de hacer el gasto de superar el miedo y vencer la desigualdad para hablar con el enfadado. El parapeto del enfadado es una defensa eficaz.
A la vez quien decide saltar el parapeto tiene que superar dos obstáculos más. El primero es que el enfado es una emoción que acumula mucha energía. De hecho el lenguaje recoge que quien está enfadado es enérgico. Esa energía la emoción enfado la utiliza para poder derribar el obstáculo que ha detectado. El segundo que el enfado concentra la atención en ese mismo obstáculo que se detecta. Quien ha decidido saltar el parapeto tiene que superar esos dos impedimentos: la cantidad de energía acumulada por quien está enfadado y la concentración en el obstáculo, solo habla de eso, lo ve como lo más importante y su atención vuelve a él constantemente.
La energía llega a ser tanta que no es posible hablar con el enfadado sin percibir una fuerte agresividad, seguramente es esta agresividad la que genera el miedo en los demás. Así que puede llegar un momento en que no se pueda abordar el enfado, ni al enfadado, sin bajar este nivel de energía, de agresividad. Todas las técnicas de manejo del enfado pasan por este momento, buscar un modo de sacar fuera la energía. En algunos casos es lo único que se hace. Cuando el enfado comienza a expresarse lo hace de un modo altamente irracional e irrespetuoso de los demás, desde la desigualdad que hablamos, desde el punto de vista que le parece fundamental al enfadado. El enfadado habla desde la agresividad.
Sin embargo es un paso imprescindible, ya que solo con ese drenaje de energía se puede empezar a manejar el enfado, solo con ese drenaje se puede llegar a esa necesidad tan clave para quien está enfadado. A la vez solo el drenaje no basta, en realidad el manejo consciente del enfado empieza precisamente después del drenaje, cuando la persona puede tomar conciencia de cómo se siente realmente, puede ampliar su visión, hasta ese momento bloqueada y fija.
En muchas explicaciones que he visto sobre gestión del enfado todo se reduce al bajar ese nivel de activación. Sus efectos son ya por si mismos tan evidentes que parece suficiente, ya que parece convertir de pronto a la persona en razonable, en capaz de escuchar y de ponerse en el nivel de los demás. Sin embargo hay que ir más adelante y conseguir que la persona se dé cuenta de lo que siente, detecte con claridad cuál es su necesidad y llegue a un compromiso de acción para conseguir satisfacerla. Es decir hay que llegar hasta un plan de acción que pueda resolver a fondo ese obstáculo que ha estado generando el enfado y toda esa energía.
Y esto también aunque el enfado concreto del que se trate sea una emoción desadaptativa, es decir recurrente y antigua, incrustada en el pasado de la persona. En este caso la necesidad de no quedarse solo en drenar la energía es perentoria.
Antonio: Mi nombre es Erika, soy de Argentina. Me encuentro trabajando desde hace 3 años en proyectos de educación emocional en escuelas. Acá es algo muy nuevo, y no hay mucha gente investigando y trabajando desde la inteligencia emocional en las aulas. Soy licenciada en psicología, y este año comienzo la carrera de coaching ontológico e integral. Estoy segura que el coaching me brindará herramientas fundamentales para enriquecer mi trabajado desde esta perspectiva. Me gustaría mantenerme en contacto, para intercambiar información si usted lo permite.
Muchas gracias por compartir sus conocimientos.
perdona ERika mi retraso en responder, para que tengas modo de entrar en contacto te pongo los datos de ISIE en la página que se llama precisamente ISIE.