Redactado en colaboración con Leticia Alonso, profesora de educación física en Secundaria y bachillerato, que ha experimentado la dinámica múltiples veces con los adolescentes.
Resumen: una dinámica en la que se tapan los ojos a una persona y otra la conduce por un pequeño circuito. Es una dinámica que ayuda en lo sensorial y en lo relacional. En equipos sirve básicamente para testar la confianza. Normalmente los adultos aceptan bien la dinámica. Es sorprendente que los adolescentes la viven mal.
Hay una dinámica que hemos utilizado muchas veces en cursos dirigidos a clima de equipo, en la que se tapan los ojos a una persona y otra la conduce por un pequeño circuito con subidas y bajadas, y agacharse, y girar bruscamente. La dinámica se puede utilizar también para poner a personas en empatía con los invidentes, porque durante un rato viven sin el auxilio de la vista y tienen la oportunidad de experimentar lo qué se siente y algunas de las dificultades, como que es muy fácil darse un golpe. También se agudizan los otros sentidos. Primero el oído que se convierte en clave, y los ruidos en interferencias: solo se quiere oír la voz del guía. También el tacto, y las corrientes de aire se convierten en señales de que, por ejemplo, se ha salido al pasillo. Es una dinámica que ayuda en lo sensorial y en lo relacional.
En las dinámicas de equipo sirve básicamente para testar la confianza. Los equipos tienen muchos momentos en que funcionan por la confianza: no saben a dónde van y tienen que hacer caso a indicaciones a las que no le ven el alcance. Los resultados suelen ser que se establece una relación de confianza con la persona cercana que guía, que da indicaciones, que procura evitar dificultades. Quien es guiado se percibe cuidado y agradece esa solicitud.
En el caso de los adolescentes, Leticia anota: «es una actividad que realizo cada año ya sea en un curso u otro de secundaria. Disfruto haciéndola pues observo y veo muchísimo de mis alumnos que es más difícil de ver en las clases normales de Educación Física diarias, sin que ellos se den ni cuenta. Se puede saber quién es más valiente y atrevido ante las cosas nuevas, quien es más miedoso, quien parece y no es,…»
Normalmente los adultos aceptan bien la dinámica: lo entienden como ejercicio y se someten a las indicaciones, aunque estas incluyen a veces pequeños topetazos para testar la confianza y ver la tolerancia a los errores. Hay personas que aguantan un topetazo y otro sin perder la confianza, sino que animan al guía. Otros se enfadan, aunque es raro que esto sea al primero.
En las instrucciones se suele indicar a los lazarillos que provoquen esos pequeños topetazos. Es curioso pero la capacidad de hacerlo mide efectivamente el nivel de confianza del grupo. Si son capaces de dar pequeños topetazos a su compañero ciego es que hay una confianza real y fuerte entre ambos.
En el caso de los adolescentes, estos acceden con ilusión a la actividad, les apetece sentir la experiencia, quieren sentir cómo viven las personas invidentes o con dificultad visual.
El modo en que Leticia la realiza es: Se les tapan los ojos y se les intenta en un principio desorientar. La primera parte de la actividad es con un acompañante que les va guiando con frases cortas, orientativas y de ayuda. Aquí no aparecen demasiados problemas aunque se puede observar que los alumnos que están acostumbrados a ser los líderes se ven desamparados sin la visión y no les gusta, y menos todavía les gusta recibir órdenes de alguien aun siendo en estas circunstancias.
La segunda parte de la actividad la realizan solos. Los alumnos con los ojos tapados, empiezan un recorrido en el gimnasio, lugar que conocen de sobra. Deben llegar a un destino que les marque el profesor (normalmente el destino es un lugar lejano que por supuesto conocen) que implicará subir y bajar escaleras, cruzar un patio, etc. Normalmente tardan entre 15 y 20 minutos en acabar.
¿Qué se puede observar en esta actividad? Hay alumnos que realmente no pueden realizarla ni terminarla, ¿el motivo? les falta guía, el no saber hacia donde van, la desorientación. Otros, se quedan parados y no quieren avanzar. No saben donde están y no quieren seguir pues tal vez se pierdan más. Otros no quieren hacer la actividad, al poco tiempo se sienten inseguros y abandonan.
Realmente son muy POCOS los que realmente terminan siguiendo todas las instrucciones. La conclusión es que resulta sorprendente que los adolescentes no viven de igual manera que los adultos esta dinámica y les cuesta terminarla sin quitarse el pañuelo de los ojos.
Parece que el momento emocional no está para estas confianzas, para experimentar guiado por otro, para avanzar sin estar viendo a donde se va. Otra nueva comprobación de que esa alteración de la empatía que se produce en la adolescencia. También la importancia en el momento de hacer las cosas por sí mismo, y no sencillamente guiados por otro. Ambos elementos juntos representan un coctel que el adolescente acepta con mucha dificultad.
Reblogueó esto en Blog de Psicomotricidady comentado:
Blog de Antonio Esquivias